22 de diciembre de 2008
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EN LAS CÁRCELES SE PIERDE LA LIBERTAD, NO DEBE PERDERSE LA DIGNIDAD
Las cárceles son la realidad a primera vista más contraria al ser humano, puesto que es la negación de la libertad. Si el hombre ha nacido por naturaleza para vivir en libertad, ¿cómo vivir sin ella? Después de una larga entrevista con unos reclusos puedo decir que en la cárcel se pierde la libertad, pero de ningún modo la dignidad. Quiero añadir que es posible vivir entre rejas pero con un corazón enteramente libre. Es más, en la cárcel se puede crecer como personas, se puede crecer en humanidad. Lo he visto, lo he sentido.
Con motivo de la Navidad, los que colaboramos en la Delegación de Medios de Comunicación Social, hemos querido acercarnos hasta la Torrecica. Con los buenos servicios del capellán Javier López (Sacerdote Paúl) y la colaboración de su personal directivo hemos tenido la suerte de tener un “vis a vis” con cuatro reclusos en una animada tertulia. Francisco, de Benidorm, soltero, que lleva tres largos años encerrado. José, de Albacete, separado de su primera mujer, con dos niños, que lleva diez años en la cárcel. Ahora tiene otra mujer y me dice que entre todos cuidan muy bien de los críos. Roxana de Bolivia, lleva año y medio; también su marido está aquí en la cárcel, y los tres niños que tienen, están en Bolivia con los abuelos. Arnold, también separado, con ocho hijos, tres en España y cinco en Bolivia.
Les hago la primera pregunta sobre un pensamiento que leí el otro día y me gustó: “en la cárcel se pierde la libertad, no la dignidad” ¿Estáis de acuerdo?
Es Arnold quien dice que aquí tenemos muchas cosas buenas. Por ejemplo en el módulo de respeto en el que se encuentra, nos llevamos todos muy bien, nos ayudamos mucho para seguir con ganas de vivir y de luchar. Los demás están de acuerdo que aquí se vive con dignidad, aquí más que cárcel, me dice Roxana, se puede considerar un reformatorio que nos quieren ayudar a ser más responsables. Cuando vienen presos de otras cárceles y nos hablan, sentimos que aquí estamos mucho mejor…
Ante el hecho de vivir la Navidad en la cárcel, ¿qué sentís, qué pensáis?
Es José, el de Albacete, quien salta primero. Para mí no hay navidad, me dice. Desde que murió mi padre, haciendo un trabajo que me tocaba a mí. Por ser tan irresponsable, ya no puedo celebrar la navidad, ni cumpleaños, ni nada. Mi corazón se ha vuelto como de piedra. Pero tengo fe, soy evangélico, cojo la guitarra y toco alabanzas a Dios hasta sangrar los dedos y esto me llena de fuerza para vivir. Roxana dice que lo más duro de la navidad es no poder estar son sus hijos, con su familia. Nosotros los tenemos tan lejos. Pero la fe nos ayuda. Cuando venimos a celebrar la Eucaristía, cuando viene el Sr. Obispo, nos olvidamos de que estamos entre rejas. Sentimos que vamos limpiando nuestra alma del pasado, encontramos fuerzas para seguir adelante y cuando volvemos al Módulo nos sentimos nuevos, con hambre de Dios…
A propósito de lo que os ayuda la fe a vivir, quiero haceros una pregunta Dicen que el gobierno quiere quitar los capellanes de las cárceles. ¿Qué pasaría si os quitasen a Javier?
La reacción de todos es como de sorpresa y de dolor que tal cosa pudiera suceder. Pues sería quitarnos una de las cosas mejores que tenemos en la cárcel: tener un amigo, un hermano que nos ayuda tanto… Lo mismo que él están las religiosas, las voluntarias/os, todos los que vienen a ayudarles desde su fe cristiana, o por humanismo. Además está la misa de los viernes, en la que cantamos, rezamos, y aprendemos tantas buenas cosas. Ellos son conscientes de que con tan buena gente han aprendido de verdad lo que es solidaridad, preocuparse de los demás. Roxana dice que a ella muchas veces la llaman tonta, porque comparte con los demás todo lo que puede. José dice que hace poco regaló un chándal a un compañero, y alguien se extrañaba de que no le pidiese cuartos por él. Ellos dicen que esto lo han aprendido del capellán y todos los voluntarios que vienen ayudar sólo por amor.
A la pregunta, ¿qué es lo que más les pesa mirando a su pasado? Naturalmente aquí hay unanimidad. El haber entrado aquí, dicen. Es lógico que el llegar hasta aquí tiene su causa. Sin querer profundizar mucho en ello, me doy cuenta de que todos están por causa de la droga. Francisco lamenta haber destrozado un tiempo de su vida, los estudios, el trabajo. Aquello era como una venda en los ojos que no te dejaba ver. Es ahora cuando lo veo y cuento los días que me quedan para salir. Estoy curado, lo que más ansío es salir de aquí para estar con mi familia. José dice lo mismo, también lamenta no haberse dado cuenta antes, porque él ha hecho mucho daño a su padre, de cuya muerte se siente aún responsable, a sus hijos. Yo antes estaba muerto, dice, ahora cuando salgo de permiso me doy cuenta de que estoy vivo. Roxana se lamenta de que ella se vio arrastrada, sin quererlo, por su marido en todo el tema de la droga, con la esperanza de que lo fuera a dejar, pero al final los dos cayeron en el hoyo. Lamenta el estar lejos de sus hijos. Arnold confirma lo mismo, son errores que los estamos pagando caros, pero nos queda la esperanza de salir de aquí totalmente curados para iniciar una vida nueva.
¿Qué diríais a vuestros responsables, a los funcionarios que cuidan de vosotros?
Es Arnold el que les pide que tengan mucha paciencia, que comprendan toda la miseria que llevan dentro, pero que un día podrán salir a la luz. Alguien añade que hay funcionarios que son muy buenos, pero otros son poco amables, poco serviciales, a veces no tratan igual a los extranjeros que a los de dentro.
Y para terminar, les digo que si quieren añadir algo.
Roxana pide la bendición de Dios para ellos, y para sus familias. José añade que en las navidades sufren más las familias e no tenerlos con ellos que ellos mismos. Vuelven a dar gracias a Javier el capellán y a todo el voluntariado que se acerca a la cárcel. Me dicen que están esperando la Misa de Gallo, ese día se cena mejor, viene el Obispo… También esperan el día de los Reyes Magos, ya que el voluntariado ese día prepara regalos para todos.
Termino mi entrevista y me voy con una profunda emoción de saber que el ser humano, aunque descienda a los infiernos del mal, siempre le queda una ventana abierta a la esperanza. Es posible revivir, es posible soñar con un mañana mejor. Estos cuatro reclusos me han dado testimonio de ello.