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4 de abril de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]n toda la Iglesia universal estamos celebrando el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco con el objetivo de que sea un tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes. Un tiempo para ganar en fidelidad al Evangelio de Jesús, que anima a sus discípulos a continuar su misión desde la práctica de la misericordia, como compasión hacia los que sufren y promoción de la justicia.

Nuestra Iglesia de Albacete, desde la creación de la Diócesis y, sobre todo, después del impulso recibido por las disposiciones conciliares del Vaticano II, que celebra ahora su 50º aniversario,  ha asumido como una de sus características la opción preferencial por los más pobres, aspecto que se ha desarrollado en su acción pastoral a través de la labor socio-caritativa, la presencia en los barrios más humildes y en las zonas más deprimidas del mundo rural, la cooperación internacional y la misión “Ad Gentes”.

Recientemente el Papa Francisco ha situado a la Iglesia de manera contundente ante su mayor reto: concebirse a sí misma y orientar su labor pastoral hacia una misión permanente para anunciar el Evangelio al complejo mundo del siglo XXI. Toda la comunidad ha de empeñarse en ello para ser una “Iglesia en salida”, una Iglesia que acoge, sirve, alienta, acompaña en el dolor, es cercana a los pobres y trabaja por la justicia, en diálogo permanente con la sociedad actual.

Para ese diálogo, el Papa ha querido ayudarnos a mirar con ternura y compasión nuestro mundo a través de su carta encíclica Laudato’Sí, donde una distorsionada concepción del progreso humano, si bien necesario y querido para la mejora de las condiciones de vida de la humanidad, ha conducido al planeta a elevadas cotas de deterioro de la naturaleza y alarmantes niveles de pobreza que somete a millones de personas y pueblos a la más inhumana de las miserias. La Iglesia ha de mostrar a una humanidad que vive estos momentos de incertidumbre “el rostro misericordioso del Padre”, esa es su misión y lo que ha de marcar su estilo misionero a la hora de proponer el Evangelio de Jesucristo como respuesta de esperanza ante los desafíos más acuciantes que se le presentan a nuestro mundo.

Desde esta perspectiva que se nos abre para los próximos años, nuestra Iglesia Diocesana de Albacete, presidida por su obispo, D. Ciriaco Benavente Mateos, quiere asumir este compromiso evangelizador, desarrollando con este fin una acción misionera que tenga las siguientes características:

  • Desde la parábola del hijo pródigo, queremos ser una Iglesia que acoja a todos con entrañas de misericordia, sin distinciones y sin condiciones; nuestras comunidades deben ofrecer un lugar para todas las personas, en el que se sientan queridas, valoradas y  acompañadas en su crecimiento desde su realidad concreta.
  • Una Iglesia “samaritana”, que sale al encuentro de los hombres y mujeres de su tiempo, en los que reconoce a sus “prójimos”, una Iglesia que se haga presente en las realidades de sufrimiento y pobreza, donde quedan tantos hermanos y hermanas nuestros excluidos, invisibles ante la marcha de una sociedad que genera desigualdad y desamparo. Nos comprometemos a dar prioridad y apoyar con todas nuestras fuerzas a la acción socio-caritativa que ya están realizando Cáritas, Manos Unidas, Justicia y Paz, la Pastoral Penitenciaria, la Pastoral de Migraciones, las congregaciones religiosas y los movimientos eclesiales.
  • Desde la parábola del juicio final, queremos ser una Iglesia que descubre cada día que su camino pasa por cada persona concreta y reconoce la razón y meta de su compromiso en la “carne sufriente de Cristo” manifestada en tantos hermanos y hermanas nuestros que padecen, por cualquier causa inhumana, y así testimoniar, con ellos y desde ellos, el amor misericordioso de Dios. Una Iglesia valiente que denuncia la indiferencia y las injusticias hacia las personas más humildes e indefensas, en cualquier etapa de su existencia. Una Iglesia que, profundizando y dando a conocer su Doctrina Social, busca y fomenta un nuevo contexto social, económico y político que garantice los derechos de todos, la integración intercultural y el cuidado de la naturaleza, desde un consumo responsable y un desarrollo sostenible.

Para conseguirlo, nos comprometemos a seguir profundizando en la Doctrina Social de la Iglesia, conocer y apoyar otras iniciativas sociales que busquen los mismos fines y cuidar la dimensión de denuncia de las injusticias que debe tener toda acción socio-caritativa.