Antonio García Ramírez
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24 de noviembre de 2024
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Las diócesis españolas este fin de semana estamos realizando una gran colecta solidaria en favor de los damnificados por la Dana de Valencia y el sudeste español incluido nuestro querido Letur. Es una iniciativa más que se une a otras tantas que han nacido desde la espontaneidad y la solidaridad entre el pueblo. En el futuro tendrán que ser más, sin duda. Pero ahora toca mirar conmovidos a nuestros hermanos.
Me viene a la cabeza y al corazón la parábola del buen samaritano que sólo encontramos en el capítulo diez del evangelio de Lucas. El herido tumbado medio muerto en la carretera bien representa a los damnificados por esta catástrofe natural. Desvalidos y postergados por la mayor de las crisis a las que se han de enfrentar. Ellos son ellos, pero perfectamente podríamos ser nosotros.
Ante la dureza de esta realidad se plantea un dilema que no tiene muchas alternativas. Los que vemos las consecuencias del mal podemos pasar de largo o ayudar al prójimo. Quizás nos gustaría una tercera vía, pero no la hay. Dar rodeos y pasar de largo se22 nos da muy bien. Buscar argumentos y justificaciones para no actuar es muy propio de nuestra sociedad de las pantallas. Sin embargo, la alternativa cristiana es el otro camino. Camino que implica detenerse conmocionados por lo sucedido. Acercarse con cuidado para cuidar a los afectados. Atender primaria y secundariamente. Ahora y después, de manera planificada y financiada.
La colecta de las misas de este fin de semana en cualquiera de las parroquias de las diócesis de toda España es una ocasión más para imitar la generosidad del buen Jesús. No dudó ni un instante en detenerse ante la humanidad herida, sanó sus cuerpos y ánimos con la esperanza del anuncio de que su Reinado había empezado. Empezó y no está concluido.24