15 de diciembre de 2013
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Robert Rocher y Maica Cirera, profesores de la Universidad Autónoma de Barcelona, miembros del equipo de investigación de Prosocialidad, han estado en Albacete invitados por la Fundación Diocesana de Enseñanza Virgen de los Llanos, para dar un curso de formación sobre Prosocialidad, al que han asistido profesores del Colegio Diocesano y del Ave María, en su mayor parte. Aseguran que “es posible el cambio de la nada a todo, en una relación interpersonal, con el gran poder que tenemos de ayudarnos unos a otros”.
Con el nombre de prosocialidad nos estamos refiriendo a comportamientos y acciones de ayuda. Por naturaleza, tenemos la capacidad de ayudar al otro. Ahora bien, ¿actuamos en todo momento como prosociales? La apuesta está en actuar de manera prosocial “no sólo con aquellos con quienes nos llevamos bien, sino también con cualquier persona con la que estemos interaccionando, sea un compañero de trabajo, un vecino, o alguien que se cruce en nuestro camino y necesite nuestra ayuda, al igual que nosotros también podemos necesitar la suya”.
Robert afirma sobre la prosocialidad, que es un proceso de aprendizaje en el que todos estamos implicados. Una acción prosocial es ser constructor de grupos y células de relaciones armónicas, positivas, a partir de todas esas conductas que todos conocemos, de ayuda, servicio, empatía, socialidad…
“En este curso de formación en Albacete hemos trabajado juntos para ver que todos somos responsables de actuar de ese modo y poder ofrecer a nuestros alumnos un mundo diverso de modelos prosociales, por ejemplo, entre dos profesores, que crean espacios de unidad, complicidad, con lo cual los niños están expuestos a esos modelos”.
“Tenemos muchos niños y jóvenes que no tienen la fortuna de tener unos padres que sean un ejemplo de ayuda, -añade Robert-. Puede que no tengan ni padres, o están desestructurados o viven con la abuela que es la que los cuida, pero además muchos de ellos están en ambientes violentos. Tenemos el deber como escuela de dar modelos grupales, interpersonales, de relaciones prosociales y de comunicación prosocial”.
La clave: Ayudar al otro de la manera que quiere ser ayudado
Prosocial es lo contrario a antisocial y se considera que es antídoto contra la violencia. Allí donde va creciendo la prosocialidad disminuye la violencia. La clave es ayudar al otro de la manera que el otro quiere ser ayudado, explica Maica, y es por lo que la Psicología empezó a interesarse por estos comportamientos, en los años 80, para estudiarlos a fondo, a nivel científico.
Robert y Maica elaboran programas de prosocialidad que pueden ser aplicados en cualquier ámbito de la actividad humana. Hace año y medio participaron en un programa europeo sobre motivación al estudio y para prevenir el abandono escolar, en una escuela de secundaria. “Desaparecían los insultos y lo que más me impresionó es el cambio que se produjo en alumnos que se daban casi por perdidos al no ir prácticamente nunca a clase, y se consiguió a través de promover estas acciones que son ellos mismos las que las realizan, es decir, son ellos los protagonistas. Esto hacía que realmente incrementara la motivación por ir al colegio”, afirma Maica. La dirección en internet de este proyecto es http://www.motivationtostudy.eu/home.html, donde se puede encontrar metodología y material.
“Me gustaría dar un mensaje de ánimo –señala Robert-. Si un adolescente tiene la posibilidad de encontrar una relación significativa con un adulto que está en la escuela, que podría llamarse tutor, pero que ha de ser alguien escogido por él, y poder darse una relación de confianza, puede haber un cambio de nada a todo en el adolescente. Yo creo que debemos confiar en esas posibilidades de cambio, creemos mucho en esas personas significativas que se ponen a disposición de sus alumnos, sobre todo en esta edad”.