Con este tema recoge el Papa la reflexión que su predecesor Juan Pablo II hizo en 1993, de cómo las desigualdades sociales estaban ofendiendo a la dignidad humana y estaban, a su vez, comprometiendo el poder conseguir un auténtico y armónico progreso de la humanidad.
Partiendo de este contexto, cuando intentamos combatir la pobreza, dice el Papa, hay que tener en cuenta el fenómeno complejo de la globalización. Así pues no basta ver lo que digan los economistas y los sociólogos. Hay que tener en cuenta también la dimensión espiritual del ser humano y saber que estamos llamado a construir una gran y sola familia humana.
VER NUESTRAS POBREZAS
En esta perspectiva, hemos de tener una visión amplia del concepto de pobreza. Además de los pobres materiales, hay otras pobrezas que llevan a un llamado “subdesarrollo moral” que son fruto, a su vez, de un “superdesarrollo” .
También hay que tener cuidado con los llamados impedimentos culturales para el desarrollo, puesto que cuando se olvida la dimensión espiritual del hombre, pueden desencadenarse dinámicas perversas que hunden a las gentes en una mayor pobreza. El Papa hace recuento de estas dinámicas que en vez de arrancar la pobreza, la aumentan.
¿CÓMO LUCHAR CONTRA LA POBREZA?
CONCLUSIÓN
Los pobres no son un problema, un fardo pesado, sino al contrario una oportunidad. Es imposible construir una casa dorada para algunos si está rodeado por un desierto o un infierno de pobreza y sufrimiento. Hay que luchar para salvar a todos. Salvar al hombre también en su dimensión espiritual. La Iglesia aboga por una “solidaridad activa”, que no sólo intenta distribuir lo superfluo, sino cambiar modos de vida, de producción y consumo.
Termina el Papa recordándonos lo que sigue siendo incontestable, el axioma según el cual: “combatir la pobreza es construir la paz”.