En toda la Iglesia universal estamos celebrando el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco con el objetivo de que sea un tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes. Un tiempo para ganar en fidelidad al Evangelio de Jesús, que anima a sus discípulos a continuar su misión desde la práctica de la misericordia, como compasión hacia los que sufren y promoción de la justicia.
Nuestra Iglesia de Albacete, desde la creación de la Diócesis y, sobre todo, después del impulso recibido por las disposiciones conciliares del Vaticano II, que celebra ahora su 50º aniversario, ha asumido como una de sus características la opción preferencial por los más pobres, aspecto que se ha desarrollado en su acción pastoral a través de la labor socio-caritativa, la presencia en los barrios más humildes y en las zonas más deprimidas del mundo rural, la cooperación internacional y la misión “Ad Gentes”.
Recientemente el Papa Francisco ha situado a la Iglesia de manera contundente ante su mayor reto: concebirse a sí misma y orientar su labor pastoral hacia una misión permanente para anunciar el Evangelio al complejo mundo del siglo XXI. Toda la comunidad ha de empeñarse en ello para ser una “Iglesia en salida”, una Iglesia que acoge, sirve, alienta, acompaña en el dolor, es cercana a los pobres y trabaja por la justicia, en diálogo permanente con la sociedad actual.
Para ese diálogo, el Papa ha querido ayudarnos a mirar con ternura y compasión nuestro mundo a través de su carta encíclica Laudato’Sí, donde una distorsionada concepción del progreso humano, si bien necesario y querido para la mejora de las condiciones de vida de la humanidad, ha conducido al planeta a elevadas cotas de deterioro de la naturaleza y alarmantes niveles de pobreza que somete a millones de personas y pueblos a la más inhumana de las miserias. La Iglesia ha de mostrar a una humanidad que vive estos momentos de incertidumbre “el rostro misericordioso del Padre”, esa es su misión y lo que ha de marcar su estilo misionero a la hora de proponer el Evangelio de Jesucristo como respuesta de esperanza ante los desafíos más acuciantes que se le presentan a nuestro mundo.
Desde esta perspectiva que se nos abre para los próximos años, nuestra Iglesia Diocesana de Albacete, presidida por su obispo, D. Ciriaco Benavente Mateos, quiere asumir este compromiso evangelizador, desarrollando con este fin una acción misionera que tenga las siguientes características:
Para conseguirlo, nos comprometemos a seguir profundizando en la Doctrina Social de la Iglesia, conocer y apoyar otras iniciativas sociales que busquen los mismos fines y cuidar la dimensión de denuncia de las injusticias que debe tener toda acción socio-caritativa.