La indiferencia es uno de los grandes males de nuestro tiempo, es una dolorosa realidad. De hecho, el olvido de Dios y de los hermanos está alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social, que podemos hablar de una "globalización de la indiferencia", como denuncia el papa Francisco.
Como medio más eficaz para vencer y superar la indiferencia, los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social nos invitan a contemplar, celebrar y adorar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. La Eucaristía tiene el poder de trasformar el corazón de los creyentes, haciendo así posible el paso de la "globalización de la indiferencia" a la "globalización de la caridad", impulsándonos a la vivencia de la comunión fraterna y del servicio a nuestros semejantes.
Tal como nos dijo San León Magno, “nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo sólo tiende a convertirnos en aquello que recibimos”: cuerpo de Cristo entregado y sangre derramada para la vida del mundo. Desde la comunión con Cristo llegamos a ser siervos de Dios y de los hombres. De este modo, la Eucaristía constituye, en palabras de Benedicto XVI, “una especie de antídoto” frente al individualismo y la indiferencia, y nos impulsa a lavar los pies a los hermanos.
El individualismo es un círculo que nos aísla y es urgente romperlo, porque hace difícil el desarrollo del amor y la misericordia en nuestro corazón. Como nos recuerda Jesucristo, la salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará» (Mc 8,35).
La clave para salir de la indiferencia está en entregarse a los demás como lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y derramando su Sangre en la Eucaristía para que nadie pase hambre ni tenga sed. Como miembros del Cuerpo de Cristo, descubrimos que el gesto de compartir y la vivencia del amor es el camino más adecuado para superar la indiferencia y globalizar la solidaridad.
En este sentido, la campaña de Cáritas nos plantea «¿Qué haces con tu hermano?» Estamos llamados a preguntarnos dónde está el hermano que sufre y necesita nuestra presencia cercana y ayuda solidaria. La solidaridad, como dice el papa Francisco, es mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es «pensar y actuar en términos de comunidad (...), luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales».
No podemos ser indiferentes: