Los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones, que preside nuestro obispo Ciriaco Benavente, resaltan en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de Migraciones 2014 “Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor”, que esta jornada que hoy celebramos hace el número cien; la primera fue en 1914, en el pontificado de Benedicto XV, y “durante estos cien años, nuestra Iglesia ha estado con los emigrantes y a su servicio, y con ellos queremos seguir estando, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador de Jesucristo y de su Evangelio”.
Sobre la situación actual de las migraciones, los obispos indican que “da la impresión de que incluso en la Unión Europea, la adelantada de los derechos humanos, las políticas migratorias ponen el acento en el control de fronteras con medidas de protección y seguridad cada vez más duras y costosas. Las vallas cortantes, que en otros gobiernos fueron presentadas como elementos disuasorios para la inmigración ilegal, han vuelto a estar de actualidad. En este mundo de la globalización, ¿caeremos en «la globalización de la indiferencia», como dijo el papa Francisco en Lampedusa?”
“No estamos por una inmigración incontrolada, pero las solas medidas de control no están dando resultados. Como decía un inmigrante rescatado de las aguas, «el hambre no conoce fronteras». Sabemos que la solución al fenómeno migratorio es muy compleja”, afirman en su mensaje los obispos, abogando “por las medidas más generosas posibles y, sobre todo, por un compromiso de los países desarrollados en favor de los países pobres, con los que, en no pocos casos, ha habido vínculos históricos fuertes”.
«Se necesita -en palabras del papa-, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación -que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”-, a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».
Otro frente ante al que ha de sensibilizarse la sociedad, es el de la relación de la emigración con la pobreza en sus múltiples manifestaciones, y con las nuevas formas de esclavitud humana, aquéllas que empujan especialmente a mujeres y niños a la prostitución y al trabajo ilegal. “Nuestra Iglesia, presente en este campo mediante diversas congregaciones religiosas y otras instituciones, como Cáritas, Justicia y Paz, etc., reitera la denuncia de esta indigna explotación de las personas”.
Vías de comunión. Propuestas para las parroquias
“Las migraciones -dice el papa Francisco-, pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, preanunciada en el misterio pascual”. En este sentido, los obispos afirman que “el plan de Dios para la humanidad es un plan de comunión”, al tiempo que ofrecen estas vías para avanzar en esa dirección: