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30 de junio de 2007

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]F[/fusion_dropcap]ernando Fuentes Alcántara es el Decano de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid; profesor de informática y sociología. Ha venido a Albacete a impartir tres de las ponencias que se han impartido en el Curso de Formación par Sacerdotes. Aprovechamos el momento y le preguntamos sobre algunos temas de los que ha hablado en sus conferencias.

-“Y ¿qué es la verdad?” Preguntó un día Pilato. En un mundo donde nada es verdad o todo es verdad según se hagan eco o no los medios de comunicación y donde la mentira más grande la puede camuflar de verdad según la adornen o disfracen la opinión pública, los medios o los poderes e intereses públicos… ¿Qué es la verdad?
La verdad es la verdad la diga quien la diga. Cuando se afirma esto, la verdad se entiende como algo que, en si mismo, es valido, tiene consecuencias y no hay quien la destruya.
Es un hecho que hoy día la verdad no es igual de verdad si la dicen los míos que si la dicen los otros. Si se refiere a unas cosas que entiendo y me benefician o si se refiere a unas cosas que yo no entiendo o que me perjudican. La verdad esta dejando de ser algo ante lo que hay que inclinarse y se está convirtiendo en algo que nosotros construimos. Parece que podemos llegar a construir verdades y si la podemos construir ya no es verdad.
Cuando enchufamos la radio o la televisión, parece que estamos ante dos mundos distintos según informen unos u otros, según estén enjuiciando una situación o unos hechos unos u otros; con lo cual parece que la verdad es algo que nosotros construimos o que nosotros no construimos pero que no se impone por si misma. Éste es el ataque más fuerte a la verdad: se entiende como algo hecho a la medida y según las conveniencias del hombre; esto lleva a unas consecuencias nefastas porque podemos concluir que la verdad no existe y a muchas mentiras se les puede llamar verdad según la cantidad de veces que se repitan en los medios de comunicación.
Cada uno se apropia la verdad que le conviene y a la cual se somete, pero sabiendo siempre que la verdad sobrepasa, es mayor que todo lo que yo pueda decir, interpretar y comunicar.

-¿Qué pistas podemos seguir para descubrir la verdad?
Hay que empezar por algo muy elemental: la verdad se trasmite y si no admitimos una verdad anterior a nosotros mismos es que nos estamos endiosando.
Parece que en la sociedad del bienestar el dinero es lo primero de todo pero si una enfermedad se te cruza en el camino… te das cuenta que la vida es más que dinero. Te encuentras con que puedes corromper con dinero a infinidad de gente pero te cruzas con alguien que sea honrado y dices: la verdad no es el dinero sino la honradez, el jugarse el tipo por una convicción, la fuerza de la fe, Dios como verdad última y como verdad incontrovertible.
Cuando no hay verdad, cuando no hay Dios, nosotros nos constituimos en verdad que se impone por la fuerza, en diosecillos que manipulamos y queremos manejar a los demás por la fuerza o con el engaño.

-¿Qué desafío o reto nos plantea todo esto…?
Hoy día, el reto de la ideología es algo que salta a la vista: para explicar ‘mi’ verdad me invento los argumentos que justifiquen que la verdad es así. Por ejemplo: el mundo lo manejan los ricos y con dinero se puede comprar y vender todo: cosas, poderes e instituciones. Para conseguirlo se emplea la radio, la televisión, los medios, etc. Y nos hacen creer que una cosa es verdad siendo la mas grande de las mentiras. Intentan hacernos creer que lo que están defendiendo es la verdad cuando realmente son los intereses, las ganancias, las influencias… de los que hay detrás de ese medio, de ese periódico, radio, cadena, etc. Por tanto son servidores de la ideología pero no son servidores de la verdad, están al servicio de los intereses y no al servicio de la verdad.
Otro reto es el de la tolerancia. Una cosa es permitir que los demás actúen de acuerdo con sus convicciones y otra cosa es permitir que cada cual haga lo que le venga en gana. No se puede negar la necesidad de que cada cual tenga su orden de valores, pero que sean valores no ocurrencias, caprichos, inventos sobre la marcha, porque entonces caemos en el relativismo; todo es relativo, y si todo es relativo no se justifica nada y no cargamos las cuestiones fundamentales. Por ejemplo con el relativismo se puede llegar a afirmar que es posible el amor sin compromiso. Desde el relativismo se puede afirmar que no tiene sentido el comprometerse de manera definitiva. Desde el relativismo todo vale: entender el dar esperando respuesta interesada, cerrarse a la vida, negarse a los hijos, posponer los intereses de los hijos a los míos, el valor de lo inmediato.