8 de octubre de 2017
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]D[/fusion_dropcap]espués de la Feria, ya va siendo tradición el hecho de que los sacerdotes de la Diócesis se reúnen tres días de convivencia para velar armas y prepararse para el nuevo curso pastoral que comienza. Este año es el segundo de la Misión Diocesana que lleva como lema: “Discípulos que anuncian el Evangelio”. El año pasado insistimos en lo que debe ser la identidad de un buen discípulo, seguidor de Jesús. Este año se nos invita a salir a la calle y hacer que este Jesús sea conocido y amado por todos.
Tres días de convivencia con tres bloques temáticos, pero en íntima conexión con la Misión. El primer día un Profesor, experto pastoralista, nos brindó las armas que debemos usar para que, en este mundo de hoy, a veces tan reacio a lo religioso, pueda ser proclamado el Evangelio. En el segundo día nuestro vicario General, Luis Enrique Martínez, nos mostró el modo de ver cómo estas armas las podemos utilizar en concreto en nuestras parroquias, pues se trata de hacer un buen plan pastoral. En el tercer día el Sr. Obispo, en una actitud de reflexión orante, nos tocó el corazón para hacernos comprender que esas armas solamente las podemos usar si de verdad tenemos una experiencia profunda de Jesús
El primer día nos habló Antonio Ávila. Director del Instituto Pastoral de la Universidad de Salamanca. Este es un sacerdote que alterna la reflexión y el estudio con la actividad pastoral en parroquias de Madrid. Nos hizo ver la situación de increencia e indiferencia en nuestros ambientes. Este es un gran reto para hacernos comprender que nuestros métodos pastorales no pueden ser los mismos que en otros tiempos. Necesitamos una conversión pastoral a Dios que conlleva la conversión al hombre para dar sentido a todo lo humano.
El camino de encuentro con el hombre es la comunidad, donde se descubre que el verdadero arte de amar es descubrir la fraternidad. Esto nos lleva a acercarnos a los descartados, a los que no cuentan. Y no me conformo con llevarles una ayuda social, sino el Evangelio, y no como el que vende un producto, sino como el que contagia con su modo de vivir para conseguir una vida más fraterna y comunitaria. Para llevar a cabo todo esto necesitamos cambios en nuestras iglesias, no estructuras de mantenimiento, sino comunidades abiertas, acogedoras a todos. Tengamos en cuenta que la misión, el anuncio de Evangelio, no es ofrecer una ética, un programa social liberador, sino responder a un deseo que late en el corazón de todo hombre. El anuncio del Evangelio conlleva la transformación del mundo. Para todo esto hacer falta una espiritualidad de encarnación y ver los desajustes de este mundo. Tenemos que tener mucha madurez humana y a la vez encontrar un lenguaje nuevo con el que podamos entendernos hoy.
En el segundo día el Vicario nos explicó todo el organigrama, como las líneas bases para hacer las programaciones. Nos habló como de tres ejes en los que deben apoyarse estas. En primer lugar, debemos prepararnos para ser “testigos” y utilizar todas las herramientas posibles para ello. Somos testigos cuando vivimos la prueba de la coherencia entre lo que decimos y hacerme. Reflexionaremos este año sobre los Hechos de los Apóstoles que es el testimonio de los primeros evangelizadores. Como segundo eje, está la “Presencia social en los ambientes”. Tenemos que conocer y acercarnos a todo lo bueno que se hace en nuestros barrios, asociaciones… Tendremos un Encuentro Diocesano en el que se harán visibles diferentes presencias sociales entre nosotros. El tercer eje, está en la “conversión pastoral” que necesitamos y cómo realizarla en nuestras parroquias. Tendremos un Encuentro Diocesana cuyo tema será la “Renovación pastoral de nuestras parroquias”. A continuación, los sacerdotes se reunieron por Zonas para ver cómo se puede realizar todo este programa, con nuevas sugerencias para llevar adelante este segundo año de la Misión
El tercer día lo animó el Sr. Obispo. La charla de D. Ciriaco fue como la guinda del pastel a toda la Convivencia. No basta, nos decía, con saber lo que podemos hacer y cómo lo podemos traducir en nuestros programas pastorales. Aquí se nos habló al corazón y ver cómo podemos sacar energías para llevar adelante la tarea misionera. No podemos olvidar que la misión es tarea esencial de la Iglesia. Jesús fue el primer “Missus” es decir, el primer enviado. Nosotros somos enviados por Jesús. Si nos falta el espíritu evangelizador, todo puede quedar en un intento fallido. Nos hacer falta por tanto, nos decía, una conversión tanto personal, como comunitaria, que se produce cuando tenemos una experiencia profunda de Jesús. Podemos vivir en una esquizofrenia permanente. Decimos, ¡qué bonito lo que dice el Papa! Pero luego cada uno vive como puede. De ahí que no habrá evangelización si no nos dejamos coger por el Espíritu Santo, el agente principal de la evangelización.
Y terminamos la Convivencia con un acto muy hermoso. El Rito de Envío que el Sr. Obispo nos hizo en la iglesia del Seminario, para renovar nuestro compromiso misionero. Es la primera vez que este acto se celebra al final de la convivencia, pero fue muy oportuno dada la temática en que hemos reflexionado ya que todos somos enviados a la Misión Diocesana.