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6 de marzo de 2016

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Joaquín Roca, Ximo para los amigos, es teólogo, sociólogo, ha sido profesor de la Universidad de Valencia y actualmente es profesor invitado en universidades latinoamericanas. Es además una persona muy vinculada a Cáritas. Recientemente ha estado en Albacete.

Ximo, usted habla de los nuevos retos de la pobreza y de las propuestas para un mundo sin ella. ¿Cómo define el Papa  la pobreza?
La define diciendo que es resultado de tres procesos, uno que afecta a la división  estructural, pues es el resultado de un sistema económico que descarta a personas. En segundo lugar, no solo es quien se siente expulsado sino también desprotegido por una organización que no puede garantizar los bienes básicos. En tercer lugar aparece el sentimiento de verse impotente para salir de la situación.

Y  frente a esto, ¿qué hacer y cómo actuar?
No podemos empezar a hablar de la pobreza sin antes hablar de los pobres, que tienen rostro, nombre, que esperan, desesperan, sueñan.. por lo tanto el primer acto sería el acogimiento de alguien que nos importa, que es parte de una familia humana que comparte con todos la dignidad, que es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Se trata de pasar de lo abstracto a lo concreto. Es un paso hacia el acompañamiento. Acogemos a alguien en su historia real pero hay que buscar soluciones y en eso les acompañamos. El secreto está en ver que la persona empobrecida es portadora de capacidades. La erradicación de la pobreza vendrá precisamente al despertar esas capacidades, que a veces están dormidas.

¿Hay más momentos, verdad?
Hay un tercer momento en el cual descubres que detrás de la pobreza hay un tejido que es estructural. Cuando te acercas ves que la causa de la pobreza no está donde están los pobres, sino en un sistema, al que le preceden unas circunstancia que hay que remover. Por lo tanto se trataría de defender, de visibilizar la pobreza y de garantizar los bienes básicos, que son de justicia. La acción caritativa tiene que dar un paso necesario a la defensa de derechos. Es imposible dar de comer sin defender el derecho a la alimentación, acompañar a un desahuciado o parado, sin defender el derecho a la vivienda o al trabajo. Cáritas, por ejemplo, ha hecho propuestas importantes en las pasadas elecciones, diciendo que hay unos mínimos que deberían contemplar todos los partidos, como una renta básica, la vivienda o el trabajo. El Papa ha sido rotundo diciendo que hay que garantizar tierra, trabajo y techo. El último momento para construir la sociedad sin pobreza es la inclusión social.

¿Y cómo se hace eso?
De la sociedad inclusiva ha hablado la tradición cristiana de manera solemne diciendo que el Mesías no regresará mientras no estén todos sentados a la mesa. Nuestro horizonte es que todos estén sentados, en sus diferencias y en su diversidad, pero como iguales en dignidad y derechos, eso es la inclusión. Se consigue creando puentes porque el acceso a una sociedad inclusiva está a veces bloqueado. Cuando una persona pasa mucho tiempo en el paro, quiere incluirse, pero tiene todas las puertas cerradas.

Una de las consecuencias de la crisis que estamos viviendo es que está cronificando la pobreza y muchas personas están quedando al margen de la sociedad y ven muy difícil incorporarse a ella.
Esta crisis no solo ha sido una crisis estructural sino que además ha producido lo que yo llamaría una fatiga de la conciencia. Es tan grande el tamaño del desafío que nos vemos impotentes para abordarlo, y nos encontramos con la enfermedad del ánimo, que dificulta la salida. Eso se cura acompañando, acogiendo, defendiendo e incluyendo.

El Papa ha dicho que quiere una Iglesia pobre y para con los pobres. ¿Qué aportación está haciendo en este sentido?
Yo creo que primero aporta una mirada que es propia de la Iglesia latinoamericana, que invita a ver la realidad desde el reverso, desde los últimos, desde los de abajo. Es la mirada evangélica. Su primera aportación nos invita a ver las cosas desde los que están peor,  desde los que están sufriendo la guerra o se desplazan como refugiados. La segunda aportación pasa por convertir la lucha contra la pobreza en una prioridad en la agencia mundial. El sistema crea desigualdad y es imposible denunciar la pobreza si no se corta la brecha de la desigualdad. El Papa fue a la ONU para pedir a los dirigentes que no se conformen en hacer una declaración grandilocuente, y que bajen a la realidad, porque si quieren superar la pobreza hay que empezar por impedir las guerras, negar el tráfico de armas, respetar la  naturaleza… eso hace posible vivir con dignidad.

El Papa también nos invita a ser Iglesia en salida. ¿Cómo puede ser un grupo de Cáritas Iglesia en salida?
En primer lugar escuchando la voz de los que están fuera. Su situación merece una aproximación humilde como aprendices y oyentes. Dejémonos evangelizar porque la evangelización viene también de las fronteras,  de las periferias,  una Iglesia en salida es esa que quiere domiciliarse no ensimismada, sino escuchando, para sentir la realidad como el otro lo siente. El desafío de la Iglesia está en dejarse hablar, vivir en cercanía y desde ahí comprender que Dios está pasando, que es contemporáneo del mundo actual, y hay que revisar objetivos, metodologías y el lenguaje, para que no seamos un museo de antigüedades, sino un museo en salida y un hospital de campaña.