Pedro López García

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2 de febrero de 2025

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La liturgia de este domingo comienza con el signo precioso de la luz y con la entrada en procesión, aclamando a Cristo Jesús, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Celebramos hoy la fiesta de la Presentación del Señor, evocando y reviviendo aquel momento en el que María y José fueron al Templo de Jerusalén para cumplir con los deberes religiosos de los israelitas después del nacimiento de su primogénito.

Aunque la liturgia de esta fiesta se centra en Jesús, luz del mundo, también se celebra a la Virgen Madre de Dios bajo la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, así como a los ancianos Simeón y Ana, protectores y modelos de fe y esperanza para los mayores y las viudas. Por ello, este día se convierte en una jornada privilegiada para el movimiento eclesial Vida Ascendente. La Presentación del Señor y la ofrenda de sus padres ha hecho también de hoy el día de la Vida Consagrada. En este día damos gracias a Dios y oramos con fervor por todas las religiosas y religiosos, monjes y monjas, y por otros tipos de especial consagración en la Iglesia.

Al llevar al niño Jesús al Templo y ofrecer dos pichones o tórtolas, la ofrenda de los pobres, María y José reconocen que su hijo es un don de Dios. Todo niño, desde el seno de su madre, es siempre un don del Señor: elegido, amado y creado por Dios a su imagen, destinado a participar en la misma vida divina. Por eso, este día nos recuerda que toda vida humana es sagrada.

Simeón y Ana son ejemplos de fidelidad a las promesas de Dios.  Aunque ancianos, no perdieron la esperanza de llegar a ver al Mesías de Israel. Así, perseveraron en la espera hasta contemplar con sus propios ojos el inicio de la plenitud de los tiempos.

Es cierto que los tiempos de Dios parecen lentos, que a veces sentimos que nos ha olvidado, que los años pasan sin cambios visibles… Pero Dios actuará; Él hará nuevas todas las cosas. Como Simeón y Ana, veremos la salvación de nuestro Dios.

Con Jesucristo ha llegado la luz para todos los pueblos, la redención para todos los pecadores, la vida para quienes están en sombras de muerte, la alegría para los tristes, y la esperanza para Israel, su pueblo, y para toda la humanidad.