11 de abril de 2010
|
135
Visitas: 135
Conversamos con Abilio de Gregorio…
[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]A[/fusion_dropcap]bilio de Gregorio, experto en temas relacionados con la pedagogía, la psicología, todo lo que significa el trato con las personas, estuvo el sábado, día 10, en Albacete, participando en la III Jornada Educativa organizada por el Secretariado Diocesano de Enseñanza. Conversamos con él sobre el papel de la familia, de la escuela, de los valores fundamentales. De cara a los padres, insiste en que es fundamental proporcionar a los hijos un adecuado clima afectivo en la familia y hablarles de Dios, para la buena construcción de su personalidad.
– En este momento Abilio, ¿qué es lo que se plantea cuando hablamos de enseñar religión en la escuela y en el instituto?
– No sólo es transmitir unos contenidos, sino que fundamentalmente se trata de colaborar en la construcción de una personalidad religiosa madura en el educando. Es un proceso evolutivo que pasa por distintos estadios hasta llegar a la madurez religiosa, que es la posibilidad de que un sujeto vea que Dios se manifiesta a través de los demás hombres. Las condiciones para llegar a esa madurez se producen cuando se da en el educando una adecuada maduración no sólo cognitiva, sino también afectiva, de la sociabilidad y de la libertad responsable. Yo trato de explicar a los profesores estos elementos y los pasos a seguir.
– ¿Y de cara a los padres?
– La primera cuestión es: ¿están presentes los valores religiosos en la educación en la familia o ya no están presentes? Porque tengo la impresión de que hemos cambiado los tabúes en la familia y ahora el tabú es la religión: No se habla de Dios en la familia; por ejemplo, los niños ya saben de dónde vienen los niños pero no saben dónde se van los abuelos cuando se mueren y este es un tema muy serio y estamos comprometiendo algo que es importante: Todo adolescente, joven, toda persona, llega un momento en el que se cuestiona sobre el sentido de su propia existencia, y si no tiene un referente desde el cual pueda encontrar sentido incluso a lo que aparentemente no lo tiene, estamos poniendo en riesgo su felicidad, su equilibrio personal.
– ¿Cómo pueden los padres dar los valores religiosos a los hijos?
– Yo como padre tengo la obligación de hacer la propuesta de los valores religiosos, de hablarles de Dios a mis hijos, de plantearles el camino para acceder a Dios, y hablo de propuestas, no de imposición, porque los valores -nos lo ha recordado el Papa con frecuencia-, se proponen, no se imponen y hay una estrategia fundamental para ello: la estrategia de la afectividad, que consiste en crear un clima afectivo en el cual se pueda hacer esa propuesta de valores, que no se hace a base de grandes discursos. En el fondo, la educación no es más que el efecto secundario del trato que diariamente se tiene con los hijos o con los alumnos, porque en ese trato le estoy haciendo partícipe de lo que para mí es bueno, bello y verdadero.
– Para ti cuáles serían los tres valores a desarrollar en la familia
– Fundamentalmente, el valor de la personalización. La familia está comprometida con el nuevo ser que trae al mundo para constituirlo plenamente en lo que es y eso se consigue sobre todo a través del adecuado clima afectivo en la familia.
El segundo valor es que la familia tiene que ser el lugar donde esté siempre disponible la comunicación de la intimidad, no cualquier otra comunicación. Desgraciadamente, los hijos crecen y a veces no nos interesa su intimidad, y nos fijamos más en su apariencia externa.
Y el tercero se trata de los valores de sentido, que son todos los de carácter trascendente, y el fundamental en este caso es el valor religioso, pero que incluso lo anteceden los valores morales.
A los padres les pregunto que para qué trajeron su hijo al mundo, porque los únicos valores no pueden ser los del bienestar. Yo les traje para el ser y hay diferencia entre el ser y el estar, y entonces, lo que tengo que buscar es el bienser, sin excluir el bienestar.