+ Mons. D. Ángel Fernández Collado

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2 de diciembre de 2023

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]eemos en el libro del pro­feta Isaías en este tiempo de Adviento: «Aquel día, oirán los sordos las palabras del li­bro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá des­aparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán aniqui­lados los que traman para hacer el mal» (Is 29, 18-20). 

El Adviento es tiempo de re­aprender a ESCUCHAR y VER. Aprender a escuchar la Palabra de Dios que se nos revela, privi­legiadamente en la Sagrada Es­critura, pero que resuena también silenciosa y discreta en el gran li­bro de la historia humana, en las páginas modestas de la realidad cotidiana. En el Adviento pedimos al Señor que viene que nos abra el oído para saber escucharlo a Él hablándonos en la vida de tantos hermanos y hermanas nuestros silenciados. 

Es tiempo de reaprender a ver, libres de las tinieblas de las afec­ciones desordenadas, la realidad como Dios la ve. Aprender a ver con su ternura y su compasión; ver cómo los humildes se alegran en Dios y nos enseñan porqué ale­grarnos. 

El Adviento, como anuncia el profeta, renueva nuestra espe­ranza de que será el Señor quien viene a poner las cosas en su lu­gar: según los criterios de su Rei­no donde los últimos son los pri­meros, los débiles son los fuertes, los pobres son los que nos enri­quecen con su solidaridad. 

Sabemos, por experiencia, que en un mundo en el que con mu­cha frecuencia los injustos ven­cen y los débiles son descartados, la concreción de esa Esperanza es gracia y es ardua tarea. No habrá justicia sin hombres y mujeres justos, no habrá solidaridad si no hay manos que comparten el pan, no habrá buena noticia a los po­bres sin labios que la anuncien y no habrá Esperanza sin pies que caminen el camino al lado de su Pueblo. Por eso necesitamos pre­pararnos, alentar la conversión del corazón para recibir la gracia que nos viene a traer el Niño de Belén. 

¿Qué podemos hacer para ayudar a esa conversión en este tiempo? Como bien aconseja Juan Bautista, no hay mejor modo de prepararse que compartiendo, despojándose para ayudar a en­riquecer. «El que tenga…que dé…». Y no sólo eso sino también ayu­dar a que la sociedad sea un lu­gar un poco más justo para vivir. Juan les dice a los soldados: «… No extorsionéis a nadie…», y a los publicanos: «…no exijáis más de lo estipulado…». La conversión comienza por hacer con rectitud lo que nos corresponde. Una vida mediocre es una estafa a Dios y a nuestros hermanos. Por eso, es urgente convertirnos, dejar en­trar al Señor más profundamente en nuestra vida y sociedad para ser aquello que nos dice el lema pastoral de este curso 2023-2024: «Misioneros Apóstoles de Cristo y su Evangelio». 

En unos momentos tan recios como los actuales, los cristianos debemos impregnar en nuestra sociedad fortaleza y esperanza, ya que hemos sido redimidos, salva­dos y amados por Jesús. Por ello el fundamento para vivir el tiempo de preparación para la Navidad, en la que conmemoramos que Je­sús nació de la Virgen, en Belén, es sentirnos pequeños ante la gran­deza de Dios. Es un tiempo para acercarnos a María, la que esperó como nadie, amarla filialmente e imitarla en su fe y en su hacerse pequeña para acoger a Dios hecho Hombre. 

Pidamos en este tiempo de Ad­viento, que nos acerquemos más y más al misterio que se hace Niño y que lo hagamos por el camino de la humildad y la sencillez que nos muestra el ejemplo de la Virgen María, madre de Cristo y madre nuestra. 

Feliz y Santo Adviento.

 

Ángel Fernández Collado
Obispo de Albacete