8 de diciembre de 2008
|
62
Visitas: 62
[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]M[/fusion_dropcap]iguel Márquez es un sacerdote joven, carmelita descalzo. Tiene 43 años y es formador de jóvenes carmelitas de toda España y Portugal. Está muy solicitado, con la agenda llena de actividades de acompañamiento espiritual, cursillos, charlas, encuentros. Vino a Albacete para dirigir el Encuentro Diocesano del Oración para Jóvenes de fin de semana. El ambiente era de fraternidad, silencio, alegría… Aprovechando uno de los descansos hablamos; y doy fe de que en el momento que intercambias el saludo con él ya facilita el encuentro y la confianza.
– ¿Cómo te las arreglas para que el joven conecte enseguida con su interioridad y se ponga a la búsqueda de Dios?
-Tengo asumido desde mi experiencia (y así lo transmito) que el camino de la interioridad, de la oración, del encuentro con Dios es una aventura en la que nunca sabes dónde te va a llevar ni cómo va a terminar. En los jóvenes comienza como un deseo de encontrarse consigo mismo: encontrar la paz, descubrir tu verdad, encontrar algo que buscas y no sabes lo que es porque en tu corazón hay como piezas sueltas que tienes que encajar aunque a veces te sientas descolocado, fracturado interiormente. Sientes, a la vez, que te faltan algunas claves para descubrir quien eres.
Ante esta realidad de la persona desestructurada y en búsqueda, yo propongo estas palabras-clave:
La RAÍZ: encontrar la raíz de mi propia vida, de lo que fui o de lo que voy descubriendo ahora mirando mi pasado. Aceptar mi propia historia personal, la infancia que tuve, lo que hice bien y mal, mis capacidades…
El BOSQUE: Simboliza el peligro, las dificultades que se me presentan, la necesidad de adentrarse en una realidad desconocida; la vida siempre te presenta delante un mundo desconocido, ese bosque que tienes que atravesar y superar.
La FUENTE: Cuando sientes la necesidad de atravesar el bosque es porque lo que estás viviendo no te llena y esa sed de sentido de tu vida te hace buscar LA FUENTE verdadera que pueda calmar tu sed en medio de las dificultades, de las caídas, en la noche de tu alma; por eso te urge atravesar el bosque buscando siempre saciar la sed y buscando el hogar que hay dentro de ti.
Para conseguirlo está el CAMINO, volver otra vez al camino; siempre volver al camino.
Ante estas palabras tienes que preguntarte: ¿qué me impide volver a mi raíz? ¿a qué le tengo miedo a la hora de afrontar el bosque? ¿por qué no busco la verdadera fuente y bebo de otras aguas…? ¿por qué hay mucha gente que vive sin hogar interior anclada únicamente en las redes del egoísmo?
– ¿Por dónde empezar?
– Por aceptar tu propia realidad, eso que esta muy de moda en la psicología de hoy. Todo es posible si tú, en lugar de mirar hacia fuera, empiezas a mirar hacia dentro de ti decidido a buscar tu verdad en la que te sientes a ti mismo y no te pasas la vida compitiendo, opositando, deseando, envidiando… Es así como puedes curar la mirada que tienes hacia ti mismo. Para esto sirven las preguntas: ¿Cómo te encuentras contigo mismo? ¿Dónde te estás apoyando para vivir? ¿Cuáles son tus verdaderos deseos? Y, por supuesto, mirar que papel ocupa Dios en todo esto. La idea de Dios, no lo dudes, es la que marca la diferencia. Según la imagen que tengas de Dios puedes alejarte, rechazarte, o puedes aceptarte a tí mismo.
Desde estas claves se te invita a correr el riesgo de ser tú mismo, de descubrirte y dejarte descubrir por Dios. Tienes que ponerte en camino. No vas a tener respuestas hechas, tienes que hacer tu propia búsqueda: ¿tú realmente quieres buscar?… Pues vamos a revisar cuales son tus miedos. Vamos a ver si tienes prejuicios, si tienes realidades, ataduras, que te impiden dejarte encontrar por la verdad: ¿te da miedo el silencio? ¿por qué? ¿qué tienes que esconder? ¿qué tienes que perder? ¿aceptas el reto de entrar en el silencio? Éste es el comienzo.
Es un camino largo. Para esto no sirven las ofertas de la gente que busca las rebajas de la personalidad: «quiero un curso de diez días para pacificarme interiormente, para lograr la armonía». Eso lo ofrecen las sectas pero no la espiritualidad.
-¿Qué ingrediente no puede faltar en la mística de un joven de hoy?
– Lo primero: atreverse a entrar en uno mismo, comenzar a buscar espacios de silencio personal, empezar a explorar en tu casa, en la iglesia, en la naturaleza; deja un poquito de silencio y vete abriendo a ese Dios que te han enseñado para llegar a descubrir al Dios verdadero.
Este proceso no lo puedes hacer en solitario, necesitas con quien compartir eso, necesitas a otras personas que también estén en un camino parecido porque no se puede caminar solo en este camino de la espiritualidad.
Por supuesto también una persona con experiencia interior y de tu confianza para ayudarte a discernir (no el amiguete que te da la razón o alguien que quiera manipular tu conciencia). Necesitas discernimiento, alguien que te pueda acompañar porque siempre en el camino de la espiritualidad ha hecho falta alguien que, desde fuera, pueda ayudar e iluminar, hasta los más lucidos místicos han sido humildes para buscar ayuda, Santa Teresa se pasó la vida preguntando, contrastando para que le ayudaran a descubrir.
Hay que ser honestos, si realmente la búsqueda es sincera, tu te abres a que la persona te diga lo que tu no quieres oír, de hecho el camino auténtico tiene mucho que ver con que aceptes y busques no lo que tu quieres sino lo que tu vas sintiendo que es verdadero. Luego hay que saber que este camino al interior va a un ritmo diferente, no al ritmo que nosotros queramos imponer.
El joven está acostumbrado a tener las cosas inmediatamente, a apretar un botón y que le salga la bebida, pero cuando uno aplica eso a la espiritualidad se desespera porque tus tiempos no son los tiempos de Dios, tu ritmo no es su ritmo, hay que aprender a tener la paciencia de una gestación. Dice San Juan de la Cruz: “espera en desnudez y pobreza”. No eres tu quien impone el ritmo. Hay ALGUIEN por encima y dentro de ti que te va llevando.