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15 de abril de 2022

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]P[/fusion_dropcap]roclamación y meditaciones a las Siete Palabras de Jesús en la Cruz

Acto del Desenclavamiento, Hellín Viernes Santo de 2022

Por Rafael Marín Montoya

Cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, en hebreo, Gólgota; crucificaron allí a Jesús. La gente acudió, contemplaba todo. Al mismo tiempo los amigos de Jesús y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, permanecían a distancia observándolo todo.

Esta noche nosotros aquí reunidos, tenemos el papel de la gente que contemplaba; de los amigos de Jesús, de las mujeres que le siguieron y permanecían a distancia.

En la cruz, en los instantes finales de su vida, Cristo proclamó sus últimas enseñanzas, Las Siete Palabras de Jesús, que para los creyentes deben ser significativas y actuales, no dejarnos indiferentes, porque ellas fueron y son palabras de amor y esperanza.

Rememoremos, ahora, el drama del calvario, dirigiendo nuestra mirada al Crucificado, escuchando atentos sus palabras, meditándolas.

 

1ª. Palabra: “PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”, (Lc 23, 34)

Jesús predicó el amor, nos dejó un nuevo mandamiento: “que os améis los unos a los otros; como yo os he amado” Juan 13:34. En la actualidad los “influencers”, nos lo dicen no como mandamiento, sino como sabio y moderno consejo.

Nosotros, hombres y mujeres tenemos muy claro lo del amor,  se nos llena la boca al hablar de amor, pero como se nos cierra la boca cuando tenemos que perdonar, pedir perdón nos cuesta y más nos cuesta perdonar, porque nos falta amor.

A Jesús no le faltó amor, Él es amor y le pide a su Padre lo que sabe que nos va a conceder, porque Dios es el padre del hijo prodigo, que se compadece y perdona nuestras faltas.

 

2ª. Palabra: “YO TE ASEGURO: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”,  (Lc 23, 43)

Jesús cuando estuvo entre los hombres lo pasó haciendo el bien: curando a enfermos, perdonando a pecadores; hasta en la cruz tuvo tiempo de salvar al buen ladrón. A quien mostraba fe, Jesús lo sanaba, lo salvaba.

En estos tiempos renegamos de la fe, escondemos nuestra fe, pero seguimos queriendo el paraíso, pidiendo milagros.

Jesús no vino a darnos el paraíso, sino a manifestar el Reino de Dios, a proclamar que la tierra ya es nuestro paraíso, si pasamos nuestra vida haciendo el bien.

 

 

3ª. Palabra: “MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. […] AHÍ TIENES A TU MADRE.», (Jn 19, 26-27)

El evangelista Juan lo vivió y narró, “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre…”.  No sabemos nada más de cómo María vivió la pasión  de su Hijo; en aquellos instantes  tuvieron que haber palabras de consuelo materno. Jesús, le dijo a su madre  “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, comenzando así la maternidad espiritual de María con todos los fieles.

Y  Jesús confió su Madre al discípulo amado diciéndole: “Ahí tienes a tu madre”.

Quienes ahora somos los discípulos, como quienes nos han precedido, tenemos en María a la Madre de Misericordia y Esperanza. Ella se fió en Dios, se entregó a Él; se entrega a nosotros a cambió de pedirnos: “haced lo que él os diga”.

 

4ª.  Palabra: «¡DIOS MÍO, DIOS MÍO!, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?», (Mt 27, 47 y Mc 15, 34).

En la cruz Jesús se dirige en tres ocasiones a Dios, en dos de ellas lo llama expresamente Padre, pero en este momento, es tal  su desesperación que clama a Dios, le interpela.

Qué fácil lo tiene la humanidad, negar a Dios, cuando Éste no responde; dudar de Dios, cuando no lo oímos, cuando no se nos manifiesta cuándo y cómo queremos nosotros.

Si tenemos dudas, si no sabemos si Dios está con nosotros, la respuesta la tenemos en los padecimientos de Jesús; Jesús sufrió y terminó ejecutado en la cruz; Dios le contestó con la Resurrección, respuesta para Él y válida para todos.

 

 

 

5ª.  Palabra: “TENGO SED”,  (Jn 19, 28)

No reflejan los evangelios ninguna queja de Jesús durante su Pasión, ninguna petición de consuelo, de ayuda. Él pudo con todo pero al final su cuerpo necesitó agua, no hay algo más natural que tener sed. 

Nosotros no sabemos estar sin agua, no solo para calmar la sed sino para otras satisfacciones de los sentidos.

Jesús dos veces pidió beber, en la cruz y al principio de su predicación a la mujer samaritana, a la que a cambio le ofreció una nueva agua: “el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que sacia hasta la vida eterna”

 

 

 

6ª Palabra: «TODO ESTÁ CUMPLIDO», (Jn 19, 30)

Quién no ha oído, alguna vez a su abuelo, a su abuela, decir que ya lo tienen todo hecho en este mundo, que ya no esperan nada de la vida, y la exclamación: “Dios ya me puede llevar”.

Jesús en la cruz cuando dijo “todo está cumplido”, no lo hizo para así dar por finalizada su misión entre los hombres y que su muerte se produjera ya.

Jesús engendrado en el vientre de María, hecho hombre, tenía como misión proclamar el Reino de Dios y salvar a la humanidad, redimirla y ello se conseguía por su obediencia al Padre, por su muerte en cruz, “los amó hasta el extremo de muerte en cruz”.

 

 

7ª Palabra: “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”, (Lc 23: 46)

Qué fácil es cuando somos niños en confiar en nuestros padres, no nos asusta que nos cojan, que jueguen con nosotros a lanzarnos, todo lo confiamos al amor infinito que nos tienen.

Jesús en la Cruz confía en su Padre, a Él se encomienda como hijo y después de estas palabras expiró. Diríamos, que de poco sirvió este último llamamiento al Padre. Ahora representaremos lo que sucedió, Jesús fue desenclavado para ser llevado a enterrar. 

Antes de marcharnos, dos cosas nos quedan por saber, en la séptima palabra hay una invocación más, una petición a nosotros, a los fieles de Cristo: “en vuestras manos deposito mi tarea”, somos nosotros los encargados de hacer presente a Cristo y de tener presente que el Padre lo Resucitó.