11 de agosto de 2013
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Miguel Martínez es un joven de la Parroquia del Buen Pastor que junto con los sacerdotes José Joaquín Tárraga, párroco de Peñas de San Pedro, y José Joaquín Martínez, párroco de Las Angustias, ha vivido una experiencia misionera en Bolivia, en el departamento de Cochabamba, ayudando a las misioneras de Albacete de la Congregación de las Misioneras de Cristo Jesús. Miguel forma parte de un grupo de la Diócesis de Albacete que promueve y organiza encuentros misioneros, al que puede unirse quien desee compartir una experiencia de misión.
– Miguel, ¿Qué tal ha ido todo por Bolivia?
– Fenomenal. Ha sido una experiencia magnífica en la que hemos vivido situaciones que ya teníamos previstas y otras que nos han sorprendido. Allí en el aeropuerto, nos estaban esperando las misioneras de El Salobral María Jesús Torres y la albaceteña Mari Carmen Gil, de la Comunidad de las Misioneras de Cristo Jesús. Fue una acogida muy fraternal. Nos llevaron a la casa madre de su comunidad, a instalarnos. Cuando llegas a Bolivia, te impacta desde el primer momento cómo son las casas, los taxis, la circulación, la gente… y a medida que íbamos participando en la vida de las hermanas nos dábamos cuenta de esas pequeñas cosas que nos diferencian entre el continente americano y el europeo.
– ¿En qué parte de Bolivia habéis estado? ¿Qué habéis hecho durante estos días?
– El primer viaje que hicimos fue a la zona tropical de Chapare y tras nueve horas de viaje en un autobús para recorrer apenas unos 200 kilómetros, llegamos al pueblo de San Gabriel donde tienen las hermanas una comunidad y allí empezamos a colaborar en su apostolado. Los sacerdotes celebraron la eucaristía y numerosos bautizos, además, yo pude dar algunas catequesis y vimos cómo los niños eran felices con muy poco. Más tarde visitamos Yucumo, allí estaba nuestra almanseña Belén Sánchez, que realizaba la función de “párroca” en las aldeas de alrededor. La ayudamos en todo lo que pudimos, visitando enfermos y conviviendo con la gente y sus realidades cotidianas.
– Habéis estado ayudando entonces en las tareas de misión de las Hermanas de Cristo Jesús.
– Sí. He de decir que las Misioneras de Cristo Jesús están realizando en Bolivia una labor muy importante de la presencia de la Iglesia, de promoción a la mujer, de educación en valores, y en todo momento, con su vida allí y su palabra, el anuncio del Evangelio. Vivir esta experiencia misionera es una cosa que de verdad se agradece. Una vez que tú lo has vivido sabes lo que es estar allí, la falta que hacen los misioneros y la ayuda que prestan las hermanas a la gente de allí, porque para ellos es un mundo tener una comunidad de dos o tres hermanas que puedan aconsejarles, estar pendientes de ellos, que les saquen de cualquier problema.
– ¿Y cómo es la gente? ¿Cómo se vive allí la fe?
– La mayor parte del tiempo hemos estado en zonas rurales que allí llaman sindicatos, -lo que nosotros conocemos como aldeas-, y que son pequeños núcleos de población donde la gente se dedica al campo: lo que han ganado en el día es lo que tienen para comer, y ves cómo la fe la viven de otra manera. Son gente religiosa, muy humilde, muy trabajadora. Simplemente con nuestra presencia allí, ya estaban felices. A cada casa que íbamos, todo lo que tenían nos lo ofrecían. Nosotros queríamos decir: no, no, tranquilos, pero para ellos es una falta de respeto si no aceptamos su refresco, su comida; están contentos de servirnos. Todos los días sonaba el timbre y alguien nos traía comida típica de allí. Es gente muy acogedora, maravillosa.
– Y has podido comprobar, Miguel, que el dinero que se manda a las misiones, llega.
– Sí. Por ejemplo, en Cochabamba, en la ciudad, visitamos un colegio y gran parte del material escolar que tiene es gracias a las aportaciones que hemos hecho desde aquí, en las parroquias de Albacete. Nos lo estuvo enseñando Mari Carmen Gil, que es la directora de este colegio que está en un barrio de una zona nueva, con casas muy sencillas, muy humildes. También en San Gabriel, que con nuestras colaboraciones desde aquí, la parroquia tiene para la formación de catequistas, y otro caso lo tenemos en Yucumo, de una señora que estaba en riesgo de exclusión social y no tenía dónde ir, y las hermanas, gracias al dinero de aquí de Albacete, le han podido construir una casita.
– ¿Qué es lo que se te ha quedado grabado a fuego en el corazón y que nunca vas a olvidar?
– Lo que no voy a olvidar es estar en la casa madre con las Misioneras de Cristo Jesús, y verlas a todas con esa ilusión y una sed inagotable de estar allí. Ya llevan en Bolivia muchos años y quieren seguir estando con ellos, y eso es lo que más me ha impactado, porque nos han contado que han tenido momentos difíciles, allí es distinta la sociedad, pero ellas han permanecido firmes y es lo que más me ha gustado: su valentía y sus ganas de enseñar la Palabra de Jesús, que es por lo que están allí.
– Miguel, para vivir esta experiencia ¿Qué has tenido que hacer?
sta experiencia ha sido el resultado de un compromiso que empezó hace ya unos años, cuando decidí formar parte de unos encuentros misioneros que hacemos una vez al mes organizados por el delegado diocesano de Misiones, José Joaquín Tárraga, en colaboración con los misioneros javerianos. En estos encuentros recibimos una formación misionera, hacemos debates y sobre todo conocemos realidades de otros países. Escuchamos testimonios de otros misioneros que vienen a charlar con nosotros y tratamos temas de actualidad. Y a raíz de esos encuentros siempre surgen unos proyectos misioneros.
– ¿Cuántos proyectos misioneros ha habido este año? ¿Cualquier joven puede unirse a vosotros?
– Sí, claro que sí. Desde aquí quiero hacer un llamamiento a todos los jóvenes y no tan jóvenes de la Diócesis a que se unan en este grupo de misioneros, que les va a ayudar mucho y se van a dar cuenta de la realidad de la Iglesia en los países más pobres. Este año ha habido tres proyectos: el de México, El Chad y Bolivia.
– ¿Repetirías esta experiencia?
– Por supuesto, espero repetirla. Podría haber muchos motivos para ello, pero personalmente me quedo con uno: haber sido yo partícipe de hablar de Jesús a aquellas personas que no tienen nada, de evangelizar a aquellos niños, a aquellas familias, con una sonrisa, con un buen trato y que vean que la gente de aquí de Europa no nos olvidamos de ellos.
– ¿Alguna cosa más, Miguel, que nos quieras decir?
– Sí. Dar nuestro agradecimiento a muchas farmacias de Albacete que nos han dado facilidades para recoger medicamentos y llevarlos allí, y sobre todo, gracias a las Misioneras de Cristo Jesús, por su acogida, su bienvenida, por estar con nosotros, porque ha sido magnífica la experiencia que hemos tenido con ellas.