5 de agosto de 2008
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Hace unos meses, desde la Delegación Diocesana de Enseñanza proponíamos un viaje a la tierra del Señor. Con mucha ilusión, pero con algunas incertidumbres, empezábamos a dar los primeros pasos: cartas, reuniones, las primeras inscripciones…
Muy pronto se completaron las 53 plazas que teníamos asignadas entre profesores de Religión y de otras áreas. Ha sido una gran alegría saber que nuestro obispo, Ciriaco Benavente, va a caminar junto a nosotros en esta peregrinación a Tierra Santa.
Como ya se va acercando el día 26 de agosto, en que el avión nos llevará a Tel Aviv, empiezan a brotar las primeras manifestaciones de gozo y cierta inquietud, porque nuestros ojos van a poder contemplar los montes de Galilea, el Carmelo, el Tabor. El de las Bienaventuranzas… bienaventuranzas, que no han cesado de resonar a través de la historia en el corazón del mundo; bienaventuranzas, cuyo eco incesante va a penetrar en lo más profundo de nuestro ser como un proyecto de vida, siempre nuevo y comprometedor.
Después continuaremos ruta hacia Nazaret. Allí podremos imaginarnos más de cerca a María y su misión en la historia de la salvación. Desde allí nos dirigiremos a Caná de Galilea, donde escucharemos de nuevo las palabras de María: “Haced lo que Él os diga”. ¡Seguro que las tinajas se llenarán del buen vino, de mucha alegría, de generosidad! Los matrimonios renovaremos allí mismo la alianza matrimonial. Por la tarde visitaremos el mar de Galilea para renovar también las promesas bautismales.
Al día siguiente visitaremos Cafarnaúm, Cesarea de Filipo y Banias. Un nuevo día para visitar Jericó, el Mar Muerto, Qumrán y Betania.
El domingo 31 visitaremos la parte antigua de Jerusalén. Allí mismo, donde Jesús pisó con sus pies, podremos rezar con júbilo: “Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén”.
El lunes 1 de septiembre nos dirigiremos a Belén donde celebraremos la Eucaristía y el Misterio de la Encarnación. Por la tarde subiremos al monte de los olivos allí mismo donde Jesús rezó con gritos y lágrimas: “Abba…aparta de mí este cáliz, pero…” Jesús no quería lo que se le avecinaba, pero se agarró a la voluntad del Padre.
Al día siguiente por la mañana, acudiremos a la Via Dolorosa, allí mismo, el mismo camino que Jesús recorrió cargado con la cruz, celebraremos el Vía Crucis, donde caminaremos al lado de Jesús recordando los momentos amargos de su pasión. De su dolor amoroso brota la redención; de su muerte brota la vida. Por la tarde celebraremos la Eucaristía en el Santo Sepulcro.
Último día. Por la mañana visitaremos Abú Gosh (Emaús). Allí mismo en Emaús como los discípulos nos preguntaremos ¿Cómo es posible que hayamos sido tan torpes y tan ciegos para no reconocerte, cuando nos explicaba las Escrituras? Pero allí mismo le reconocieron al partir el pan. Por la tarde, de vuelta a nuestra tierra, Albacete.