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16 de septiembre de 2018

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Pocas Instituciones de asistencia social en Albacete son tan conocidas y queridas en nuestra ciudad como la Institución Benéfica del Sagrado Corazón, nuestro “Cotolengo” de toda la vida.

Recientemente han celebrado la fiesta de Nuestra Señora de la Consolación y con este motivo nos hemos acercado hasta la Casa para hablar con la madre superiora de la Institución, Victoria Fernández.

Hermana, gracias por hacernos un hueco para esta entrevista. Ustedes se han hecho cargo recientemente de la Institución ¿verdad?
Sí, desde hace 4 años. Aunque nuestra Congregación, las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, llevaba ya más de 30 años en Albacete, en la calle Francisco Pizarro atendiendo diversas tareas de Asistencia Social, Educativas, en el Hospital y que seguimos manteniendo. Estamos muy unidas a la ciudad.

Y entonces ¿cómo se las arreglan para llegar a todo?
Somos 5 hermanas en la comunidad, la mayor de 82 años, pero que trabaja cómo la que más. Y también contamos con personal contratado, otras 5 personas que trabajan como auxiliares con los internos o en labores de cocina y limpieza, para garantizar que todo el mundo recibe la asistencia de calidad que merece, independientemente de su historia personal o sus recursos. Esa es nuestra prioridad.

Luego están los voluntarios, más de 200 entre la casa y el comedor, y sin los cuales nuestra labor no sería tampoco posible.

Y con estos mimbres ¿a quienes atienden?
Pues en estos momentos tenemos en casa a 30 internos, de los que sólo 6 son totalmente autónomos. También acogemos temporalmente a los pacientes del programa de cooperación RECOVER. Son enfermos cardíacos graves procedentes de Burkina que vienen a operarse a Albacete en la Clínica Recoletas de modo altruista, y que de otro modo tendrían pocas esperanzas de vida. Luego pasan la convalecencia con nosotras – unos dos o tres meses – hasta que pueden regresar a su casa allí. Es para ellos una nueva oportunidad. El año pasado tuvimos a 8 de estos hermanos con nosotros.

Imaginamos que detrás de cada interno habrá una historia
Si, los internos. Somos una familia, y cómo en todas las familias, cada uno es diferente, con una historia a la espalda casi siempre difícil, de rechazo o soledad. Algunos llevan con nosotros toda la vida –literalmente- porque son discapacitados que entraron siendo niños hace muchísimos años. Otros han llegado después de algún revés de la vida, derivados desde los servicios sociales o acompañados por alguna institución de la Iglesia, cómo la propia Caritas que, por ejemplo, tras contactar con una persona sin hogar a través del programa de café-calor, lo ayudó para que encontrara un lugar entre nosotros.  O ese otro que llegó acompañado de un sacerdote, con graves problemas físicos y de obesidad. Vivía entre la basura y tuvimos que bañarlo 3 veces antes de que pudiera ir a su habitación. Hay muchas personas que necesitan nuestro cariño.

Todos tienes en común que carecen absolutamente de recursos, algunos incluso necesitan asistencia permanente. Aquí pueden quedarse mientras quieran y haya plazas. Alguno se va y luego vuelve de nuevo. Nosotras preferimos que no sea así, que vengan para quedarse hasta que se recuperen, pero ¿qué vamos a hacer, rechazarlos? En las familias también se acoge a los que se han marchado y vuelven, y nosotros queremos ser su familia mientras nos necesiten.

¿Y, además, el comedor?
Si, además el comedor, que ya funciona de forma prácticamente autónoma, con su propio equipo de coordinación y voluntarios. Las Hermanas siempre habíamos atendido a quién venía a pedir algo para desayunar o un bocadillo para comer, que se consumía muchas veces aquí mismo, en los escalones o al exterior, en unas condiciones muy precarias sobre todo en invierno. Con el aumento de la inmigración esta situación se volvió insostenible así que en 2010 nos embarcamos en construir las nuevas instalaciones dónde poder prestar este servicio de forma adecuada, ofreciendo un lugar digno para comer, cómo todos merecemos. Y salió adelante, como siempre con la generosidad de los albaceteños que lo hicieron posible. Hoy damos en el comedor unos 200 desayunos y comidas diarias, más un bocadillo de cena para quién lo solicita.

¿Y en estos años de crisis desde 2008?
Por el perfil de nuestros usuarios de comedor, inmigrantes temporeros mayoritariamente, lo que más notamos es la estacionalidad cada año.

La crisis social no tanto directamente, algunos casos sí hemos visto, claro. Pero sobre todo lo notamos a través de algunas parroquias, como la del Padre Miguel, que en los últimos años nos han pedido colaborar en la preparación de comidas que luego ellos se encargan de repartir entre los que ellos conocen mejor que lo necesitan, y que aún siguen ahí.

Es impresionante todo este trabajo, pero no será barato. ¿De dónde provienen los recursos para la casa y el comedor?
Pues de los albaceteños. Nosotras cada día notamos como quieren a la Institución, cómo es parte de la ciudad. No solamente con iniciativas ya famosas como el Festival Taurino o las campañas de Navidad de parroquias y colegios, que son importantísimas, sino cada semana, cada día. Personas que se acercan a dejar un donativo, económico o en especie, sin pedir ni siquiera un recibo, sólo que recemos por ellas, o la comida que ha sobrado en una celebración familiar, la entrega diaria de excedentes de grandes superficies o supermercados. En fin, todo cuenta, mucho o poco, y gracias a Dios vamos teniendo lo necesario para todo esto pueda salir adelante.

Y finalmente, ¿algo que quiera trasmitir o pedir a quienes nos lean?
Pedir nada. Pero sí quiero dar las gracias a Albacete. De todo corazón. De verdad que nos faltan palabras a veces para reconocer tanta generosidad y tanto cariño por parte de todos los albaceteños.
Y que aquí seguimos con esta intención de ser una familia para los que no tienen nada, cómo hacemos en otras ciudades de España, de acuerdo a nuestro carisma y en colaboración con las Instituciones Públicas y otras organizaciones de Acción Social, cómo Caritas.

Nos despedimos así de la Hermana Victoria, ella sin parar de agradecer la generosidad de los albaceteños, y nosotros pensando que quienes de verdad se merecen agradecimientos son ellas.