24 de septiembre de 2006
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Este viaje comenzó en el corazón de mi hermano y en el mío, hace ya algún tiempo. Queríamos vivir una experiencia cercana a los más necesitados, ayudar a lo que se pudiera y vivir junto a Dios ese camino, pues Él ha sido era el artífice de que nosotros quisiéramos emprender ese viaje.
El lugar elegido fue Honduras; concretamente Tegucigalpa. Hemos estado un mes intenso y muy especial. Comenzamos nuestra andadura con nervios y miedos propios de una experiencia de estas características. Conforme iba pasando el tiempo más nos gustaba estar allí. Conocimos escuelas, comedores, hospitales, barrios conflictivos, escuela de prevención, los niños de la calle y los resistoleros, también vivimos en comunidades con las gentes de allí…
Nuestro viaje ha venido marcado por un niño que encontramos en nuestro camino y que conocimos en el hospital, estaba enfermo del riñón y recibía hemodiálisis. Para nosotros fue un regalo de Dios conocerle. En cuanto llegamos a España, les planteamos a nuestros padres traérnoslo para poder ayudarle e intentar salvarlo. Decidimos seguir el evangelio quitándonos de nuestras vidas la comodidad que teníamos y afrontando que ya no éramos cuatro sino que íbamos a ser cinco en la familia. Por desgracia nuestro angelito no pudo realizar su viaje hacia España, hacia nuestra casa, hacia nuestra familia. Desde el cielo seguirá teniendo esa sonrisa tan bonita y su mirada clara y limpia, esa mirada que fue la que nos llevó a quererlo tanto. Es de nuestra familia pero de otra manera, todos lo llevamos en el corazón.
Otra cosa importante en nuestro viaje por este país lleno de contradicciones y miserias, fue el conocer a los ‘niños de la calle’. Estos niños son echados de sus casas por sus padrastros y desde pequeños viven en la calle. La mayoría caen en la droga esnifando pegamento.
Para nosotros ha sido muy impactante conocerlos y cuando llegamos a España no nos podíamos permitir el lujo de quedarnos quietos y pasar sin más la página. Hemos decidido hacernos cargo de un proyecto. Vamos a intentar recabar ayuda (entre la familia y los amigos más sensibilizados con estos temas) para pagar una vivienda donde puedan vivir un grupo de ‘niños de la calle’. Además de la casa poder financiar el alimento, la educación y la posibilidad de prepararlos laboralmente para abrirse paso y el rescatarlos de la droga para que puedan vivir como personas, con dignidad.
En definitiva, ha sido una experiencia muy importante en nuestras vidas en la que nos hemos sentido más cerca de Dios, porque hemos estado con otros hermanos nuestros, compartiendo sus vidas. Cada día damos gracias a Dios por todo lo que tenemos y le pedimos que nos dé la gracia de compartir tanto lo material como lo espiritual y que nunca nos acostumbremos a la pobreza de nuestro prójimo ni nos quedemos impasibles ante las necesidades de los que no han tenido nuestra suerte.