12 de julio de 2009
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Mira por donde, Internet está lleno de entradas que hacen referencia a Taizé. Un millón y medio de resultados arroja la búsqueda de la palabra “Taizé” en Google. Fotos, videos, post, artículos, noticias, información de encuentros… Y lo mismo te encuentras entrevistas de cardenales de la iglesia católica hablando de Taizé, que comentarios de chavales de 18 ó 20 años que cuentan en sus blogs lo que han vivido allí.
No es normal. ¿Un obispo católico y un joven lituano hablando de lo mismo? Y encima, están de acuerdo: allí se vive una experiencia de silencio interior, de intercambio espiritual y cultural, las fronteras se disuelven, entenderse es posible. ¿Será el agua? Pues no. Será la oración. Sí. ¿A que no es normal? No me negará el lector que, al menos, es sorprendente. ¿El truco está en la oración?
La magia de orar juntos
Algo ocurre cuando una persona descubre que es capaz de rezar. Yo lo he visto. Y lo he escuchado. Chavales que nunca habían sido capaces de rezar, o que pensaban que con recitar un padrenuestro ya era suficiente, de pronto, descubren la magia de la oración en su corazón.
Alucinante. Sensaciones desconocidas y que, palabras textuales, “me llena por dentro como nada en mi vida”. Así se expresan cuando cuentan su experiencia. ¿Qué pintan tres mil jóvenes entrando en una iglesia a rezar tres veces al día? Ciertamente, esto no es normal. Pues sí, sorpréndase el lector. No son jóvenes sacados o escogidos de una élite de nuestras parroquias o nuestros movimientos. No. Son jóvenes de nuestros pueblos y ciudades, de nuestros institutos y universidades, trabajadores, parados… Lo que pasa en Taizé no será normal, pero ellos sí son normales.
La espontaneidad que brota del alma
Es lo espontáneo algo que marca la vida en Taizé. Efectivamente, la cordialidad es algo natural. Y la cordialidad se entrena ejercitando el alma. Cuando una persona cuenta su alma a los demás, desaparece toda posibilidad de mirada recelosa. Y entonces, brota el milagro: la confianza del corazón. Nietos de hombres que lucharon entre sí en guerras durante el siglo pasado, jóvenes que han vivido en sus carnes la represión religiosa y política durante su infancia… ¿corazones heridos? ¿Rencores inconfesables?
La iglesia de la reconciliación
Sin embargo, la reconciliación no es una utopía. Es una responsabilidad. La iglesia en la que entran a rezar a diario tres mil jóvenes en Taizé, se llama “iglesia de la reconciliación”. Financiada con fondos alemanes durante los años 60. El lector recordará que la Alemania nazi ocupó gran parte de Francia durante la II Guerra Mundial. Esta iglesia es una muestra de reconciliación entre dos pueblos y la realidad de construir juntos un futuro común desde la oración y la comunión posible.
“Chapó” por los jóvenes
Y así, los jóvenes toman el relevo. Quieren un futuro en paz y fraternidad entre los pueblos. Saben lo difícil que es vencer prejuicios de lenguas, culturas, razas e ideologías. Pero también saben que todos somos iguales y que rezando juntos y conviviendo buscando juntos a Dios, la tarea de la paz es más llevadera. Tres mil gargantas cantando juntos “Bless the Lord my soul and bless God’s holy name” (bendice alma mía al Señor y bendice el santo nombre de Dios), os aseguro que, al menos, impresiona. Y es, además, uno de los cantos preferidos de los jóvenes en Taizé. “Chapó” por vosotros, por vuestra magia y por hacer realidad el sueño de tantos hombres y mujeres de bien que entregan su vida por Dios y por los hermanos.