9 de abril de 2007
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El mes pasado moría Nino Bablieri. Paralítico durante 36 años. Los últimos días las condiciones de la salud se habían hecho difíciles. Graves problemas de respiración habían recomendado el ingreso en el hospital. Después de unos días en la sala de reanimación, él mismo pidió volver a casa.
Durante los tres días de agonía, no ha perdido la serenidad; las palabras articuladas con dificultad, han expresado siempre mensajes de fe y de amor al Señor. Aún cuando le era imposible pronunciar palabra, ha dicho claro “gracias” a cada persona –y era una continua peregrinación- que se le acercaba para hacerle una caricia o darle un beso. También era claro el “Dios mío, Dios mío” respuesta al dolor de un cuerpo martirizado.
Hay infinidad de cosas que podría y debería contar de Nino. Estoy convencido que hoy, en el cielo, en el Paraíso Salesiano, junto a María Auxiliadora, Don Bosco y tantos Santos Salesianos, tenemos un amigo, un hermano que intercede por nosotros. Estoy seguro de esto, porque el mismo Nino, en la última conversación con él, me lo ha dicho.
Os regalamos el testimonio de Nino. Testimonio vida, resurrección, fe, esperanza y caridad:
“Ayudadme a alabar y dar gracias a Dios, por todo lo que ha hecho en mi vida. Me encuentro desde hace 36 años bajo el peso de la cruz. Jesús hace mi cruz suave y ligera, cambiando mi sufrimiento en alegría.
Estoy paralítico, sólo puedo mover la cabeza, pero mi corazón está rebosante de alegría y de fuerza para dar testimonio del Señor. El me hace caminar por el mundo entero, aún estando postrado en mi cama, Él me hace abrazar el mundo aunque mis manos no se puedan mover.
Soy feliz de poder comunicaros toda la alegría del Señor. Jesús es la verdadera alegría y os invito a saborearla, a abrir vuestro corazón a su amor. Jesús es el compañero de la vida, el amigo fiel que nunca nos abandona, Él se cuida de cada uno de vosotros, os lleva de la mano por los caminos de este mundo. Creedme, el mundo no da la felicidad, huid de los vendedores de la muerte. Cuántos jóvenes se pierden por los caminos del mundo, la droga, el sexo, el poder, las diversiones y placeres, que dejan desilusionados y vacíos.
Vamos siempre en busca de algo que dé la alegría, pero ésta acaba enseguida y de nuevo tenemos que empezar su búsqueda. La verdadera alegría está dentro de vosotros, basta descubrirla. Jesús es la verdadera alegría, dejaos guiar de su amor y todo será más fácil, Él os ayuda a superar todas las dificultades de la vida, alimentaos de su palabra que es luz para vuestros pasos, acercaos con frecuencia a los Sacramentos, especialmente al de la confesión y de la Eucaristía para tener la fuerza de ser buenos cristianos e hijos de Dios.
Es necesario que vuestro corazón esté abierto a vuestros hermanos.Sed constructores de paz, siempre prontos a perdonar todo a todos. No permanezcáis indiferentes a los problemas de los hermanos, tomad como vuestros sus sufrimientos.
Don Bosco decía: “Me basta saber que sois jóvenes para amaros” Yo os quiero, os tengo presente en mis oraciones y en el ofrecimiento que hago de mis sufrimientos.
Con vuestra vida, sed testigos del amor de Dios a otros jóvenes. Debéis ser Luz, Levadura y Sal de la tierra. El Espíritu os dará la fuerza para ser sus testigos. Todos estamos llamados a la santidad, nadie es excluido, depende de nosotros, de cómo damos nuestro “sí” al Señor. Y si alguno siente en su corazón la voz del Señor que le invita a seguirlo más de cerca, a una vida consagrada, que no tenga miedo de decir su propio “sí” total, un sí a la vida.
María Auxiliadora sea la guía que os conduzca a Jesús, la Maestra y Compañera de la vida. Os deseo todo bien. Rezad por mí”.
Liborio