18 de diciembre de 2011
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Fernando Miranda, licenciado en Teología Pastoral y Delegado de Pastoral Juvenil de la Inspectoría Salesiana de Valencia, ha estado en Albacete para hablarnos de las experiencias de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Madrid, que han sido tan enriquecedoras, que podemos llevarlas a la práctica en nuestras parroquias, movimienots y grupos.
– Fernando, ¿Cuáles son las experiencias vividas dentro de la JMJ más importantes?
– El balance de la JMJ es muy positivo, muy rico, con unas vivencias que no van a dejar indiferentes a los jóvenes. Yo destaco tres experiencias de este encuentro, que hemos de recuperar y llevarlas a la práctica en nuestras comunidades y grupos, que son, en primer lugar, la experiencia de Identidad; también la experiencia de Evangelizar y ser evangelizados, y la tercera, la experiencia de Iglesia comunidad.
– ¿Y cómo podemos llevarlas a la práctica?
– Hay un elemento que me parece importante dentro de la Identidad, y es la dimensión vocacional que la Pastoral Juvenil está llamada a ofrecer: lo más importante, será escuchar la realidad y escuchar a los jóvenes, para saber cómo podemos responder a estas necesidades de identidad, de encuentro, de vivir su vocación de ser llamados y de seguir a Jesús. En cuanto a la experiencia de Evangelización, dejándonos mirar juntos por Jesús como lo hicimos en los momentos de adoración en la JMJ y sentirnos enviados a los demás, para hacer una pastoral más misionera, más de salir al encuentro, más de responder a lo que la gente joven necesita.
– ¿Y cómo acompañar a los jóvenes después de la JMJ, dentro de esta experiencia de Evangelización?
– Creo que lo más importante es dejarnos encontrar por ellos y salir a su encuentro. Para el acompañamiento hay que tener una sensibilidad grande para la escucha; no sólo una escucha que entre por los oídos, sino que nazca desde todos los sentidos: desde la mirada, desde la presencia, desde la palabra. Acompañar a los jóvenes es vivir su experiencia de búsqueda, no como quien la dirige para llevarla hasta donde el acompañante quiere, sino acompañarle hasta donde él llega y hacer el encuentro fortuito con el Señor, para crecer a partir de ahí.
– Y la experiencia de Iglesia comunidad, ¿Cómo vivirla?
– A mí me llamó mucho la atención en la JMJ lo que se vivió en el Parque del Retiro: era el lugar de la fiesta del perdón y también aparecía como una gran feria vocacional donde cada uno podía demostrar su carisma, su identidad. Te encontrabas allí con grupos que hacían oración; con gente descansando, durmiendo; otros repartían fruta, o agua, que eso aliviaba mucho a quien iba cansado. Pues nuestra Iglesia también puede ser comunidad así, saliendo al encuentro de la gente, acogiéndola, sabiendo responder a sus necesidades, ayudando a cada uno a que encuentre su vocación en medio de este mundo y poder ofrecerle algo que calme su sed, su búsqueda.
– ¿Y para todo esto qué actitudes necesitamos?
– En primer lugar, creatividad: todo lo que el Espíritu toca no es rutinario, sabe a novedad, a riesgo también, pero a novedad, por eso, ser creativos, también en la escucha y en el camino. También es necesaria la fidelidad a nuestra raíz, a la presencia del Señor en medio de la comunidad. Después, la confianza en la llamada que Dios nos ha hecho, la confianza que nos envía a dar testimonio, a anunciar, a compartir. Y por último, optimismo. Creo que este momento social que vivimos requiere de personas optimistas y de una iglesia que sea también optimista, que anime a la gente a encontrarse con este Dios de la vida, a vivir la vida con satisfacción, como un camino de realización, de sentido, sabiendo que en medio de la vida está el Señor.
– Y también, que profundicemos en los acontecimientos vividos y los comuniquemos.
– Si. Hoy en día todo va muy rápido y no estamos en un momento de vivir la vida a microondas, sino a fuego lento: de saborear las experiencias, de descubrir en ellas qué es lo que podemos encontrar de enriquecedor; en cuál de esas experiencias Dios nos habla. A su vez, hemos de tener en cuenta que estamos en una sociedad donde lo que no se comparte y lo que no se comunica no existe a los ojos de nadie: esto es lo primero y lo más fundamental en este momento: comunicar y compartir estas experiencias que nos han enriquecido, y a partir de ahí, pues soñar y descubrir por dónde el Espíritu nos quiere empujar a caminar.