30 de julio de 2017
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]U[/fusion_dropcap]n grupo de jóvenes de la diócesis de Albacete ha peregrinado a Taizé. Unos días en los que, desde la convivencia, la acogida y la comunidad compartieron la fe, fundamentalmente a través de la oración, el silencio y el canto, con jóvenes de todo el mundo. Para algunos era su primera experiencia, para otros una cita obligada en el verano. Con una representación de ellos hablamos hoy.
– María Salto es la primera vez que peregrina a Taizé. ¿Qué tal la experiencia? ¿Con qué te quedas?
Antes de llegar a Taizé nunca hubiera imaginado un lugar tan especial. Mi primera experiencia en Taizé me ha abierto los ojos a nuevas culturas, pensamientos y formas de ver la vida. El aire que se respira en Taizé es de hermandad y respeto hacia los otros. El ejemplo de sencillez y humildad que presentan los hermanos te hace darte cuenta de lo imprescindible en tu vida y en la sociedad actual: más indiferencia ante lo superfluo.
Taizé es un lugar en el todos pueden expresar sus inquietudes y problemas sin miedo a ser juzgados. En mi opinión, toda persona debería visitar Taizé en algún momento de su vida independientemente de su religión, creencias o experiencia. En definitiva, ¡Taizé te cambia la vida!
– Mar Morcillo, Hemos leído en tu cuenta de Instagram que un trocito de ti se queda en Taizé. ¿Qué se queda de esta segunda experiencia?
Taizé ha sido para mí como encontrar un pozo lleno de agua en medio del desierto.
En los tiempos que corren, si abres las redes sociales o el periódico o enciendes la televisión, sólo te encuentras con pésimas noticias: asesinatos, pobreza, injusticias, abandono… en una palabra: deshumanización. Por eso nuestra mentalidad cada vez es más pesimista y escéptica. Así llegué yo a Taizé. ¡Cuál fue mi sorpresa al ver que mi pesimismo se iba tornando en esperanza! Porque la vida allí se cimienta en tres pilares: comunidad, esperanza y amor. Y esperanza es la palabra que define mi semana, la palabra que vive en Taizé y que a la vez me traigo conmigo. Esperanza de que siempre podemos poner un toque de color a la oscuridad que parece predominar hoy en día, poniendo nuestras acciones en manos del Señor y actuando siempre con amor. Esperanza de que con pequeños gestos y detalles podemos hacer del caótico mundo que nos rodea un lugar mejor, esperanza de que tenemos la capacidad de dar luz a los demás.
– Álvaro García es uno de los sacerdotes de la parroquia de San José de Albacete. ¿Qué sentido tiene la presencia de un sacerdote en Taizé? ¿Qué le aporta a tu vida?
Tiene un doble sentido. En primer lugar, reconocer y vivir un encuentro de ecumenismo, comunión y acogida en la Iglesia. Taizé ha sido bendecido y está siendo bendecido por la mayoría de las confesiones cristianas, como lugar donde buscar lo esencial, lo que nos une, que es Cristo. Como sacerdote, esto me puede ayudar a ver, que yo también tengo que buscar lo esencial, en mi parroquia y en mi entorno social y laboral.
En segundo lugar, el poder acompañar a los jóvenes y adultos a la fuente, que es Cristo. Es acompañar en el camino a la colina de Taizé a “refrescarnos” de Cristo, a “descansar” en Él. Y a emprender el camino de vuelta para seguir comprometiéndonos en nuestro entorno social y eclesial.
Encontrarme con lo esencial en un ámbito de pluralidad y diversidad, que es el encuentro personal e íntimo con Cristo. La atmósfera de la liturgia de Taizé, en la que se combina el canto y el silencio, hace posible este encuentro. En este sentido, Taizé se ha convertido en una fuente importante de espiritualidad en mi vida.
-Anais Sáez, ¿Cuál ha sido el tema de actualidad que esta semana se ha trabajado en Taizé? ¿Qué conclusiones habéis extraído?
Son varios los expertos que han venido a Taizé para informarnos sobre las migraciones y la situación de estas personas. Miles de personas han fallecido en el mediterráneo, pero no son una cifra, estamos hablando de vidas de personas y niños que sufren enormemente y que desgraciadamente tienen un trágico final. Y nosotros podemos poner en práctica nuestra solidaridad y abrir nuestros corazones. Acoger es una labor importantísima, tenemos capacidad para recibir a estas personas que merecen algo mejor.
Me llevo de Taizé buenos consejos para poner en práctica y es que debemos empatizar con estas personas. Para ello, es fundamental tener contacto personal con ellos, conocer su historia. Es algo que te puede hacer cambiar tu visión de las cosas y acercarte a su realidad. Desde que una persona piensa en irse de su país hasta que logra rehacer su vida pueden pasar hasta 17 años. Además, se les etiqueta con esas palabras que ellos ni desean y que parece alejarles del resto.
– Irene Elbal, háblanos de la oración en Taizé. ¿Cómo es? ¿Qué tiene de especial?
La primera vez que llegas a Taizé hay una pregunta que sólo la experiencia puede responder: «¿Cómo es posible que tanta gente pueda rezar con esa paz, esa intensidad, con esa necesidad de encuentro con Dios?».
Te sientas ante la Cruz, mientras ves el goteo de gente entrando y llenando cada hueco libre, sonando de lejos el repiquetear de las campanas que llaman a la oración del atardecer.
Cuando la última campana aquieta, comienza el canto: Tengo sed de ti, oh fuente del amor. Y entonces, miles de corazones cantan a una vez y algo, irremediablemente, te hace comenzar una búsqueda incansable de la presencia de Dios. La repetición de cada canto hace que esa frase la hagas tuya propia: «El Señor siempre acompaña, Jesús no te abandona. Cristo viene siempre a encontrarte.»
– Alfonso Cuenca ha estado de voluntario. ¿Dónde has colaborado? ¿Qué es lo que más te ha gustado?
Yo este año he estado participando en la semana de reflexión de migraciones donde hemos asistido a conferencias de expertos del tema, testimonios de migrantes, talleres… Tengo que destacar esta actividad porque no todas las situaciones son como podemos pensar o parecen, pero ante todo siempre se trata de seres humanos y hay que actuar en consecuencia. Lo que me ha gustado más es estar en contacto con personas que han vivido estas situaciones de primera mano y más como es Taizé, siempre con una confianza sencilla y tratando al otro tal y como te gustaría que tú fueras tratado. Creo que este amor fraternal es de lo que más me gusta y mejor representa a esta comunidad, además de la experiencia de convivir con gente de tantas culturas distintas, pero con mucho más en común de lo que creemos.
– Álvaro Gómez, ¿Por qué quieres volver el próximo año?
Taizé es un lugar único en un ambiente de tranquilidad que incita a la reflexión. En mi caso me ha servido para ordenar todo lo sucedido durante año y verlo todo desde otro punto de vista más objetivo y empezar el siguiente con más energía. También ayuda a darse cuenta de lo que realmente es importante, y de que la felicidad se puede encontrar en la sencillez ya que carece de lujos. Aunque para mí lo más sorprendente de Taizé es la manera de orar, en una iglesia tan grande con tantísima gente de diferentes ramas del cristianismo y prácticamente todo, cantado en distintos idiomas… Es algo increíble.
– Kiko Muñoz, ¿podemos seguir disfrutando de la oración de Taizé semanalmente aquí en Albacete?
Después de 8 años ininterrumpidos, creo que se ha creado algo sorprendente. Tener un punto de referencia en el que compartir la belleza de la oración común de un modo tan sencillo y profundo, es algo por lo que merece la pena seguir trabajando.
En la parroquia de San José de Albacete tenemos esa gran suerte que es de todos. Todos los miércoles a las 20:30 h. viene gente con una historia de vida totalmente diferente a la que tiene al lado y comparten esas cruces, respiran juntos, cantan juntos para unirse en lo que todos tenemos en común: Jesús.
Ha venido gente de paso por Albacete, que sabía que la oración estaba ahí desde la web de Taizé; gente de varias parroquias de la ciudad; personas de otras confesiones, agnósticos y ateos.
Es un punto de paz, de comunión y reconciliación que debe estar ahí. Seguiremos, y os esperamos para rezar juntos.
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