9 de junio de 2019
|
205
Visitas: 205
La Misión de la Iglesia, en materia de migraciones, surge de la Misericordia de Jesucristo por los más desprotegidos, desfavorecidos, vulnerables, pobres y necesitados (sea cual sea la causa que les ha condicionado a estar en la situación en la que están viviendo). Esta realidad nos invita a contemplar el rostro de Jesucristo y a escuchar su voz, en el grito de quienes sufren.
Jesús fue un hombre que no conoció fronteras, se adentró en territorios de habla extranjera al pueblo judío, alabó la fe de los paganos y se irritó, fuertemente, incluso ante el uso de las ideologías de las diferencias.
Pentecostés es el hecho que nos invita a abrirnos y salir de nosotros mismos, para lograr el entendimiento y la unión entre quienes son de diferentes razas, lenguas, culturas y naciones.
El objetivo principal del Secretariado Diocesano de Migraciones es lograr una nueva conciencia eclesial. Una Iglesia que, a imagen de Jesucristo, no conozca fronteras, capaz de salir de sí misma y adentrarse, por Amor, Misericordia y Caridad, en territorios ‘extranjeros’. Una Iglesia que sea Madre y hospital de campaña para todos, en la que los Migrantes tengan un lugar y una atención especial en su corazón y les ofrezca su rostro materno y universal por el hecho de existir y de ser hijos de Dios.
Las propuestas principales de este Secretariado, a todos los fieles cristianos de nuestra Diócesis de Albacete, son:
Ser, en Espíritu y en Verdad, una Iglesia en salida-misionera…
Una llamada a salir del amor propio, de querer y de tener interés para no juzgar, a no vivir con “ciertas logias” y prejuicios sociales establecidos, para acoger, para propiciar el encuentro, para compartir recursos y para insertar e integrar.
Hacemos un llamamiento muy especial a ejercer un voluntariado organizado que propicie espacios de intercambio y formación sobre el hecho migratorio, de encuentro, de reflexión conjunta, de coordinación y de compromiso cristiano.
…para ejercer la caridad, el acompañamiento y la cooperación
Siendo conscientes de las situaciones humanamente indignas para la persona (soledad, marginación, vivienda, alimentación, maltrato, asistencia sanitaria…etc.), que rompen su psicología, su espíritu y destrozan su existencia.
La persona Migrante es una riqueza —un Kairós—, un acontecimiento gratificante y oportunidad de renovación para la comunidad y para la sociedad (personal, social, cultural y laboralmente…).
Hacemos, igualmente, un llamamiento al acercamiento samaritano, a propiciar los espacios y las formas para acoger, acompañar y trabajar pastoralmente con migrantes.
La realidad concreta en la Diócesis de Albacete nos pide atender a todos los grupos, colectivos o personas que trabajan directamente con el tema de la movilidad humana en el acompañamiento y trabajo directo con emigrantes:
- En pisos de acogida.
- En formación y promoción educativa.
- Sensibilizando y denunciando a través de gestos y campañas, exposiciones, reuniones, la realidad del emigrante y del refugiado.
- Colaborando con los programas y acciones de otras Instituciones Diocesanas en varias Parroquias de la Ciudad. Atención y mediación jurídica. Atención en el centro penitenciario de “la Torrecica”. Atención primaria y asistencia básica. Lavandería solidaria.
- Encuentros con motivo de la celebración del día del migrante y del refugiado, día de la pobreza, contra la trata humana…, etc.
Pisos de Acogida en Albacete
La Obra Social Margarita Naseau de las Hijas de la Caridad tiene 3 pisos de 6 plazas cada uno y cubre:
- Necesidades básicas de supervivencia (manutención, vestido, vivienda…)
- Dotación de habilidades domésticas y sociales:
- Acompañamiento para que conozcan los usos y costumbres de Albacete.
- Apoyan su inserción en todo lo que es documentación, regularización…
- Cuando tienen Permiso de Residencia y Empleo con ingresos económicos que permiten una vida digna y responsable en la sociedad, se produce la salida del piso.
María Luisa Sopeña. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl
“Soy feliz por estar con los inmigrantes: cercana, acompañando, apoyando, tanto en lo material como en lo espiritual, y sacar lo mejor de cada uno. Mi deseo es lograr una relación de ayuda mutua, de calor humano. Es la manera de servir como Hija de la Caridad, apasionada por Dios y por los Pobres. La caridad no se puede desligar de la justicia. En este servicio conozco bien a cada uno de los chicos desde la acogida, haciendo realidad la parábola del buen samaritano. Y esto lo vivo así porque todos somos Hijos de Dios y no depende del origen étnico, ni cultural, sino de vivir desde la justicia, la sensibilidad, la gratuidad, la generosidad, que Jesús de Nazaret nos muestra en su Evangelio, compartiendo lo que somos y tenemos”.