31 de mayo de 2015
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- La amistad es una manera de ser que hay que cuidar, asegura Maximiliano Herráiz, carmelita descalzo, que nos habla de Santa Teresa de Jesús y su magisterio, en el V Centenario de su nacimiento.
Maximiliano Herráiz, en las conferencias que has impartido en Albacete has explicado que Teresa de Jesús tuvo la valentía, en el siglo XVI, de definir la oración como un trato de amistad con Dios. ¿Cómo es esa amistad?
Sí, ella desarrolló al máximo la oración como amistad. La amistad es entre semejantes: como tú y yo somos semejantes, pues también somos semejantes con Dios, porque Él nos ha hecho a su imagen y semejanza y ha asumido nuestro cuerpo, nuestra semejanza total de hombre. Por lo tanto, no es desequilibrado sino muy realista y humano-divino, hablar de la relación con Dios como el verdadero amigo, que dice Santa Teresa.
Teresa también pasó por momentos de tener la impresión de estar perdiendo el tiempo, en la oración.
¿Momentos? ¡Unos veinte años!, pero jamás abandonó la oración, porque sabía que eso que le estaba pasando es una prueba de la amistad. Hay crisis también en la relación de amistad, no de parte de Dios, que aunque seamos pecadores, Él está siempre ahí. Era por parte de Teresa, que superó esta situación con una determinada determinación, como dice ella. Es decir, no darse por vencido, sabiendo que el otro amigo nunca falta, pues siempre está ahí para acogernos. Y Teresa superó esa crisis victoriosamente, porque después elaboró el campo de una oración profundamente sobrenatural, encendida, donde recibió muchísimo de Dios, entendió lo que recibió, y lo pudo comunicar, lo que la constituyó en escritora de cosas espirituales.
Orantes tenemos que ser toda la vida. ¿Cómo mejorar esta relación de amistad?
La amistad es una manera de ser: tiene que haber una conformación de condiciones en la persona, es decir, tú tienes que ser amigo mío y yo amigo tuyo para que podamos hablar de amistad. Entonces, hay que renovar el ser, hay que aprender a amarnos los unos a los otros. En esto, Teresa de Jesús ha empeñado su magisterio. Ella pone como primera condición: trata de amistad con las personas con las que tú te relacionas habitualmente, acógelos, date tú también a ellos, libérate de tantas esclavitudes como padecemos. Trabaja en ser auténtico y verdadero, que la verdad te hace libre para amar.
Porque si no marchan bien las relaciones entre nosotros, no podemos decir que marchan bien nuestras relaciones con Dios.
Claro. Hemos reducido la religión a practicar cosas, pero no nos han enseñado a cambiar el ser, a renovarlo, porque hay que nacer de nuevo. Como dice San Juan de la Cruz, a Dios le cuesta más re-crearnos que crearnos de la nada, porque para re-crearte a ti o a mí, Dios tiene que empeñarse más. ¿Por qué? Porque le oponemos resistencia y la nada no se le resiste. La persona tiene que trabajar mucho para entrar en la relación de amistad con sus semejantes y con el semejante Dios, que por la parte humana se ha hecho semejante a nosotros en Jesús.
¿Qué nos puede aportar Teresa hoy a cada uno de nosotros, a la parroquia, al mundo?
Esto que acabo de decir: que nos entreguemos personalmente a esa relación con Dios, partiendo siempre de la base, de los cimientos, dice ella, de la buena relación con quienes uno trate habitualmente más de cerca, y después, formando parte de grupos donde las relaciones interpersonales tienen que darse, para hacernos espaldas los unos de los otros. Esta frase es de ella: al hacernos espaldas, vemos, nos defendemos todos mejor, porque vemos los problemas en círculo y nos podemos comunicar. Es crear comunidades o grupos, para reunirse en la parroquia o en cualquier otro sitio, donde se comparta la Palabra de Dios y podamos desahogarnos mutuamente: cuando se comparte, lo bueno se multiplica, y lo malo, se divide.
Y siempre en constante renovación: Ahora comenzamos y procuremos ir comenzando siempre de bien en mejor, dice Santa Teresa.
Sí. La vida de cualquier persona es un dinamismo permanente. Nosotros tenemos el futuro abierto, y hay que comprometerse. La sociedad no es el fruto de nuestros gobernantes, sino que es el fruto de todos nosotros que nos empeñamos en nuestros círculos inmediatos de la familia, del trabajo, etc., en hacer agradable la vida y que vaya de bien en mejor y para eso se necesita que seamos personas con convicciones. Es decir, yo puedo ensuciar, castigar al otro, o yo puedo hacer muy bien al otro: tenemos que elegir.