6 de julio de 2009
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Celebramos la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. Con el lema elegido para la Jornada de este año, “Da color a tu vida”. ¡Cuidado con los puntos negros!, los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones, nos invitan a todos a una serena reflexión y a actuar juntos en este importante escenario de la movilidad. La vida en las carreteras y caminos tiene su propio color: el color de la comunicación, de la belleza del paisaje, de la llegada a la meta y del encuentro, el color de la seguridad y de la vida.
(…) En España, se ha producido un notable descenso (49,2%) en el número de víctimas mortales en accidentes de tráfico: de 4.295 en el año 2000 a 2.181 en el año 2008. Ciertamente es una reducción significativa. Pero no es para estar totalmente satisfechos. Es mucho el trabajo que aún queda por hacer. Muchos de estos accidentes se producen en los llamados puntos negros, aquellos puntos pertenecientes a la red vial española en los que se han detectado tres o más accidentes con víctimas durante un año. Las cifras que la Dirección General de Tráfico nos va proporcionando desde el año 2000 hablan por sí mismas e invitan a un uso responsable del vehículo en la carretera, en general, pero especialmente en esos puntos donde existen más probabilidades de que se produzca un accidente. Junto a estos puntos negros, en sentido estricto, existen otros asimilados, tales como el uso, mientras se conduce, del teléfono móvil, el alcohol, el exceso de velocidad, la irresponsabilidad en el mantenimiento y puesta a punto del vehículo, el consumo de estupefacientes, etc. La “tolerancia cero” es obligada en todos estos casos.
No debemos olvidar que, tanto si hay muertos como si hay heridos graves, estos accidentes suelen cambiar la vida tanto de los propios accidentados como de sus familias. Todo ello obliga a la administración civil a poner todos los medios a su alcance para reducirlos al máximo. El cristiano, conocedor del valor que Dios concede a toda vida humana, debe poner todos los medios a su alcance para contribuir en este noble empeño de hacer de la seguridad vial un objetivo prioritario. Además debe comprender que el viajar, «no sólo representa un desplazamiento físico de un lugar a otro, sino en su dimensión espiritual, porque el viaje relaciona a las personas, contribuyendo a la realización del designio de amor de Dios».
Damos color a la vida, como conductores o peatones:
- Cuando hacemos de nuestras calles, caminos y carreteras un magnífico escenario para hacer el bien y difundir en la sociedad el mensaje evangélico de amor tal como hizo Jesús, que recorría las ciudades y aldeas para proclamar el Evangelio y curar «todas las enfermedades y dolencias»
- Cuando somos prudentes en la carretera, no pensamos sólo en nosotros mismos, no estamos siempre apremiados por la prisa en llegar, y nos fijamos en las personas que nos «acompañan» por el camino, cada una con su propia vida, su deseo de llegar y sus propios problemas.
- Cuando nos hacemos factores de comunión entre los hombres. – Cuando redescubrimos y ponemos en práctica las virtudes necesarias al usuario de la carretera, sobre todo la caridad, la prudencia y la justicia.
- Cuando no actuamos sólo por temor a perder el “Carné por puntos”, a la sanción económica o la cárcel… sino por amor a Dios, autor de la vida, que ama y cuida en sus criaturas y por amor al prójimo.