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15 de diciembre de 2007

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Rayco es un cura joven, recién ordenado y que celebró su primera misa en la parroquia de La Estrella (Barrio de “Las Seiscientas”) el día 2 de diciembre. Pertenece a la congregación de San Vicente Paúl. Los Paúles, lo mismo que las Hijas de la Caridad son una bendición para cualquier diócesis pues eligen los barrios más humildes para desempeñar su tarea de ayuda, evangelización y testimonio. En esos ambientes se sienten como pez en el agua.

– Háblanos de tu estancia en Albacete…
– Tengo 27 años y estoy aquí en Albacete desde el mes de septiembre. Me encuentro muy a gusto y contento en estos barrios, en El Cerrico, también me alegra el poder colaborar con el capellán (Javi) en la Cárcel en la pastoral penitenciaria.

Una de las cosas que empiezan a dejar en mí una huella extraordinaria son los chavales de “Las Seiscientas” que están en el programa ‘ALCA’ (alternativa a la calle para adolescentes que dejan los estudios): estar, compartir con ellos algunos momentos… Me encuentro muy bien con todo lo que llevamos adelante en esos barrios.

– ¿Cómo descubres tu vocación?
– Desde muy niño he conocido y me he relacionado con los Misioneros Paúles y con las Hijas de la Caridad, ya que en mi pueblo (La Orotava – Tenerife) los misioneros tienen una comunidad y las hermanas dos. Dios se valió del testimonio de ellos y poco a poco fui conociendo la figura de San Vicente de Paúl y su carisma de entrega a los más pobres y a los niños. El servicio y la entrega a los más pobre fue suscitando en mí muchos interrogantes en torno a la vida misionera y al sentido de mi vida. Después de convivencias con ellos y colaborar un poco en el servicio pastoral con los marginados, pedí ser admitido a la congregación. Al terminar los estudios de Teología en la universidad de Deusto emití los votos de vivir en pobreza, castidad y obediencia para todos los días de mi vida en la Congregación de la Misión evangelizando a los pobres.

Fui ordenado de diácono en Las Palmas (me ordenó D. Francisco Cases). Después marché a nuestra misión de Honduras. Y de Honduras a Albacete. El pasado 24 de noviembre recibí la Ordenación Presbiteral en mi pueblo natal.

Me siento plenamente feliz. Vale la pena seguir a Jesucristo sirviéndole en los más pobres, allá donde Él te va indicando según las cualidades que nos ha dado y escuchando al Espíritu que susurra en nuestro interior.

Muchos jóvenes que son llamados por Dios a entregar su vida entera quieren tener todo, todo, todo claro. No es cuestión de tenerlo todo claro. Es cuestión de fiarse plenamente de Él, decidirse y decirle que sí. Porque todo lo que es de Dios lleva a feliz puerto. Al día de hoy te puedo decir que soy el hombre más feliz del mundo.

– No hace falta que lo jures. ¡Está a la vista!

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