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18 de febrero de 2018

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]R[/fusion_dropcap]ecientemente el obispo de Albacete ha ordenado diáconos a Antonio García García y a José Luis Cañavate Martínez, CM. Jóvenes valientes y alegres con los que hoy hablamos sobre su vocación.

¿Cómo fue el día de vuestra ordenación? ¿Qué momento destacaríais?
AG: Fue un día muy emocionante que viví con mucha alegría. Llevas muchos años esperando este momento y siempre es un momento de Gracia del Señor. Y destacaría el momento en que te arrodillas y el Obispo te impone las manos donde se le pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones.

JLC: Fue uno de los días más felices de mi vida. Estuvieron presentes aquellas personas que me han acompañado y ayudado en este camino vocacional: familia, amigos y compañeros misioneros. Desde ellos Dios se ha ido haciendo presente y ha cimentando mi vocación misionera. Destaco dos momentos: la homilía y las letanías. En el primero, don Ciriaco hizo una intervención clara y real de nuestra vida de servicio en el celibato, la cual me emocionó. En el segundo, postrado, cantaba fuertemente las respuestas, junto con la asamblea; de esa manera, pude descargar toda la tensión que llevaba y, así, disfrutar de la celebración con tranquilidad y sosiego.

¿Cuándo y cómo descubristeis vuestra vocación?
AG: Hacemos muchos años, vi que algo quería Dios, barrunté ese pensamiento, pero no sabía bien por donde iba a salir la cosa. Yo mientras tanto estaba metido en mis cosas de adolescente y tampoco le daba mucha importancia, aunque veía que algo tenía que cambiar en mi vida había que dar el paso. Ese es el momento más duro: dejar todo (todo lo que no te hace bien y te aparta de Dios) y decir confió en ti Señor llévame por donde quieras. Eso con el paso de los años y de mucha gente hizo que se fuera madurando mi vocación, una vocación especifica dentro de la Iglesia al sacerdocio ministerial. El Señor nunca me dijo esto va ser fácil o va ser difícil o te va ir bien o mal, me dijo Antonio vas a ser muy feliz conmigo.

JLC: Desde el seno de la Familia Vicenciana. Desde niño estudié en un colegio de Hijas de la Caridad donde pasé a formar parte de Juventudes Marianas Vicencianas y, ahí, me encontré con los Misioneros Paúles. Todo fue un proceso de encuentro y descubrimiento con el Dios de los Pobres y de la Historia.

¿Qué ha sido lo mejor de vuestro proceso de estudio y formación?
AG: Ver cómo vas creciendo en una relación más íntima con Dios y como su misericordia todo lo envuelve. También los compañeros que están contigo tantos años.

JLC: Las experiencias de servicio que he ido realizando durante todos estos años, sobre todo, en el verano del 2015 que tuve la oportunidad de vivir dos meses en nuestra misión de Honduras. Allí descubrí el sentido de tanto tiempo dedicado al estudio, por y para los Pobres.

¿Qué queréis aportar desde vuestro diaconado a la sociedad y la Iglesia?
AG: El testimonio de un Iglesia joven donde se puede ser feliz y estar con el Señor. Ser diacono no te aparta te ayuda a llevar más almas a Dios.

JLC: Como hijo de la Iglesia pretendo llevar a cabo lo que ella le pide al diácono: el servicio a la Palabra, al altar y a los necesitados. Todo ello, para ser en el mundo, signo de una Iglesia acogedora de brazos abiertos que escucha, dialoga y comparte los gozos y las dificultades de sus contemporáneos, siendo capaz de trabajar juntamente con las personas de buena voluntad que buscan un mundo construido desde la justicia, la paz y el amor.

¿Cómo estáis viviendo el Año de Pastoral? ¿Qué estáis descubriendo?
AG: Es bajar a la práctica tantos conocimientos aprendidos en los años de formación y darte cuenta que lo que la gente necesita son sacerdotes, sacerdotes santos que le lleven a Dios. Todo trabajo es poco para la mies que hay.

JLC: El destino a Albacete ha sido todo un regalo. Estoy encontrándome con una comunidad misionera ilusionada y alegre de anunciar la Buena Noticia entre los necesitados de nuestra ciudad. También he encontrado una Diócesis acogedora desde su obispo, su clero y sus laicos comprometidos. Creo que esto ayuda al acompañamiento requerido en los primeros años de vida ministerial.

En los próximos meses se va a celebrar el Sínodo sobre los Jóvenes con el lema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, ¿Qué le diríais a los jóvenes en relación a estas dos palabras: fe y discernimiento?
AG: Yo soy joven, soy diacono y sigo a Jesús y no por ello soy infeliz, así que nada de complejos. Les pido que se fíen de Jesús, que se apoyen en la gente buena que Dios les pone a su lado para que llevemos por todos sitios el anuncio del evangelio. El mejor regalo es saber que Dios nos da la fe y tenemos preguntar a Jesús que quiere de nosotros. Un discernimiento sin fe, carece de sentido y, por otro lado, sin fe no podemos discernir. Pienso que fe y discernimientos están íntimamente unidas, pues cuanto más te vas acercando al fuego de la fe más te vas calentando.

JLC: La vocación está dentro de aquellas cualidades, sueños e ilusiones que Dios ha sembrado en nosotros. Todo ello, se debe descubrir a la luz de la fe en el Dios de la misericordia para poder desarrollarlo como servicio a la sociedad y a la Iglesia, desde la manera que sea descubierta. Para ello, es necesario un buen acompañamiento espiritual y dejarse moldear por el Dios de la vida.