11 de mayo de 2008
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l domingo, día 11, la Iglesia celebro la festividad de Pentecostés. En el Monasterio de Santa Clara de Hellín, tuvo lugar mi profesión solemne de votos perpetuos en la Eucaristía presidida por nuestro querido Obispo D. Ciriaco Benavente; culminando así una etapa importante en el camino de discernimiento vocacional.
Cuando Dios llama a una persona, generalmente, no existe al principio una conciencia clara, ésta se va vislumbrando poco a poco en un compromiso personal y en aptitudes de búsqueda, dejándose acompañar por quienes han hecho ya el recorrido mediante una opción libre y responsable. Se siente un deseo de conocer la persona de Jesús, que nos va trasformando lentamente. Él va abriendo camino y mostrando su voluntad a veces donde menos podríamos sospechar. Es Dios quien nos sorprende, pues siempre da mucho más de lo que podríamos imaginar. No hay comparación entre lo que se deja atrás con lo que se recibe. Su amor generoso no tiene medida. El nos llama a vivir su misma vida, en nuestro caso, a través del carisma de Santa Clara de Asís, mujer evangélica; entregadas por amor a Dios y a todos los hombres y mujeres del mundo, llevando una vida sencilla de fraternidad, alegre, dinámica, luminosa, pobre, contemplativa, centrada en Jesucristo, cuya fascinación atrae e invita a un seguimiento profundo que cautiva y seduce.
Os animo e invito, jóvenes que leéis estas líneas, a parar un momento, a reflexionar y valorar lo que Cristo os ofrece, puedo deciros por experiencia, que nada llena de verdad el corazón humano como un amor auténtico e infinito, que no defrauda, que no pasa de moda, que colma de felicidad. Jesús de Nazaret sigue siendo actual y sigue llamando a jóvenes generosos, para darle todo al TODO, sin miedo a equivocarse, con plena libertad, alegría y decisión.