4 de junio de 2017
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l pasado miércoles 10 de mayo, festividad de San Juan de Ávila, el presbiterio diocesano fuimos convocados a celebrar el día de nuestro patrón. Aceptada fue la idea de los responsables de la diócesis de Albacete la de unir este día con la celebración de las bodas de plata y de oro sacerdotales de los que durante este año conmemoran su aniversario de ordenación.
D. Ciriaco, nuestro obispo, fue el encargado de presentar a D. Jacinto Núñez Regodón, vicerrector de relaciones institucionales de la Universidad Pontificia de Salamanca. Nos impartió una conferencia titulada “La misión del apóstol Pablo en los orígenes del cristianismo”. Temática que enlaza con el trabajo que llevamos entre manos en la diócesis de Albacete al estar comprometidos con la Misión Diocesana. Y hablar de misión es hablar de misioneros y para ello volvimos la vista atrás.
Los orígenes del cristianismo, aún lejanos en el tiempo y en el espacio, nos resultan a la vez cercanos en la experiencia de fe. Un proceso histórico en el que personas con rostro y nombre hacen suya la llamada de Jesús para construir el Reino de Dios. Sienten el regalo que Dios les ha hecho al llamarles a seguirle, a través de testigos que llaman a otros testigos. Así se vuelve a producir el misterio pascual, que transforma en vida y resurrección lo que era muerte y desesperanza.
Después de un breve descanso dieron inicio las intervenciones de los distintos sacerdotes que celebraran sus respectivos aniversarios. Sin duda es un momento en el año pastoral muy significativo para todos los que pertenecemos a la comunidad diocesana. Pues dejamos a un lado discrepancias y diferencias que caminan con toda la realidad humana y social y nos adentramos en el ámbito de la escucha de lo que el otro compañero es y quiere ser, del misterio del don de Dios que recibieron tiempo atrás y siguen agradeciendo sin medida.
Comenzaron los que fueron ordenados en aquel 1967, recién acabado el Concilio Vaticano II. Por orden alfabético inicio el turno de intervención Manuel de Diego Martín, que con la expresividad que le caracteriza nos habló de sus raíces familiares, sus principios en el ministerio y de su llegada a la diócesis de Albacete. Gratitud, perdón, perseverancia y sobre todo la fuerza en la debilidad sentida y vivida en sus cincuenta años de cura. Luis Enrique Martínez, vicario general, actuando como moderador de la mesa, dio la palabra a Alfredo Tolín Arias que nos habló de sus raíces también burgalesas y jesuíticas, coincidentes con el anterior. De su llegada a Hellín y de las distintas iniciativas ministeriales para llevar el mensaje cristiano a los dentro y los de fuera de la Iglesia. También habló de su vida pastoral unida a su pasión intelectual. Daba gracias porque este aniversario era ocasión para hacer una relectura de su vida en clave de gratitud y perdón. El tercer y último sacerdote de bodas de oro era Diego Villanueva Carrión. Que con el relato de su vocación inicial en Casas del Cerro en Alcalá del Júcar nos hacía imaginar como cambia la historia de un joven que a través de mediaciones descubre la llamada de Cristo. Narró su ministerio a través de las comunidades cristianas a las que acompañó y acompaña: Villarrobledo, Alborea, Hellín y Almansa. Cuatro destinos como cuatro obispos a los que brindó su disponibilidad, como lo sigue haciendo hoy con el quinto obispo de la historia de nuestra joven diócesis que es D. Ciriaco. Tuvo palabras de fe y agradecimiento por todo lo que había vivido desarrollando su sacerdocio.
De las bodas de plata habló José Alberto Garijo Serrano que en 1992 recién llegado de sus estudios en Roma recibía la ordenación. Habló de los cambios que supone andar el camino ministerial. Del realismo con las que ahora vive sus carencias y posibilidades. Toda una lección de madurez de un sacerdote que nunca ha dejado su labor pastoral compaginándola con la pasión intelectual, centralizada en los estudios bíblicos, que como él destacó es un verdadero servicio a la diócesis. Terminó este momento el diácono permanente José Lozano Requena que comenzó con unas anécdotas muy significativas de lo que suponía la novedad de esta forma de ministerio ordenado en la Iglesia en aquel momento. Nos dijo que el ministerio le había hecho crecer y madurar. Haciéndole ver carencias y valores en el transcurso de su vida dentro de la Iglesia.
Después celebramos la eucaristía y compartimos la mesa. Como en los orígenes del cristianismo nos reuníamos, hablábamos de experiencias y vivencias propias, partíamos el pan en memoria de Cristo resucitado y compartíamos la comida fraterna con sacerdotes de distintas edades y procedencias. Recordábamos a los compañeros que no estaban entre nosotros, pero aún siguen siendo significativos. A Dios gracias.