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25 de mayo de 2016

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 José Valtueña Gregorio, párroco de Peñas de San Pedro. 16-5-2016

«Queridos familiares y amigos de Encarna, queridos vecinos de Peñas de San Pedro y de otros lugares que nos acompañáis en esta mañana, permitirme que mi homilía sea en forma de carta para Encarna. Es la única forma que se me ocurre de expresar lo que siente esta parroquia  en estos momentos, en que la tristeza puja por ganarle la batalla a la alegría, y la desesperación quiere ocultar la esperanza y la paz. La Parroquia de Peñas llora la muerte de uno de sus agentes de Pastoral más activo.

Querida Encarna, en primer lugar quiero darte las gracias. Gracias de todo corazón en nombre de esta parroquia, también de este Pueblo que tanto te debe. Has sido una defensora no sólo de la gente de este pueblo, también lo has sido de este Pueblo, de sus tradiciones y fiestas .

Agradezco hoy en nombre de todos, el gran don que ha sido tu vida. A mí, personalmente me has ayudado mucho, tanto que ni te lo imaginas.

Me has ayudado en primer lugar a descubrir que ya soy un peñero más, pues con tu enfermedad, especialmente en estos días, he sentido dolor en las raíces, en esas pequeñas raíces que voy echando en este bendito suelo de Peñas. He descubierto que me duelen los dolores de este Pueblo, y que las lágrimas brotan de mis ojos, por la amiga que se pierde. 

Dos años y siete meses pueden parecer poco: a mí me han servido para sentirte como a una madre, una abuela, una amiga… Llegar a tu casa era llegar a la mía…. sentirme en puerto seguro, protegido, querido…  “Qué bien se está en este sofá Encarna”… ¿Te acuerdas?, siempre te lo decía… después venía el café , o la cena, o el refresco… daba igual lo que te dijera… si no llenabas la mesa de las cosas que tenías, no estabas contenta.

En el seminario nos repetían que tuviéramos cuidado en los entierros, que no hiciéramos de estos momentos, un ensalzamiento del difunto, que habláramos del Evangelio, de la Resurrección…. Pero ¿sabes lo  que pasa?, que a pesar de los defectos que pudieras tener, como todos tenemos, he encontrado en tu vida puro Evangelio. Por eso voy a hablar de ti.

He encontrado el Evangelio  en tu GENEROSIDAD y CARIDAD. No puedo contar mucho, porque no te gustaba que se supiera lo que hacías por los otros. Yo lo sé, y Dios también lo sabe, pero sí quiero que se sepa que comprendiste perfectamente lo que significaba desprenderse de lo de uno, porque siempre has colaborado económicamente en las necesidades de la parroquia y de los más pobres.  Tu vida entera, tu tiempo, tu casa, tu dinero…. todo lo tuyo estaba siempre a disposición de los demás.

Encontré el Evangelio en tu ALEGRIA Y OPTIMISMO. En cada reunión, ante cada problema, ahí estaba Encarna animando con sus dichos y chistes. Buscando soluciones, y ejecutándolas con la vitalidad de una quinceañera.

Encontré a Cristo en tu VALENTIA. Fuiste una mujer adelantada a tu tiempo. Nada se te ponía por montera. Hasta te atrevías con el wasap, haciéndonos reír con tus equivocaciones. Te atreviste con las Ama de Casa durante años, empujaste Cáritas hasta hace bien poco, haciéndote alma de la Tómbola, y de los Festivales benéficos.

Encontré el Evangelio en tu FE. Esa Fe que te movía a  acudir a Misa casi a diario, que te llevaba a amar a Dios siempre, y a su Santa Madre.

 Y lo encontré en tu DISCRECCION: cuántas cosas te llevas de aquellas que nos contábamos. Cuántas cosas me quedo hasta el momento del reencuentro.

No olvidaremos nunca la alegría de tus ojos, dotados de la belleza que Dios quiso poner en ellos. Hablaban solos, sin necesidad de abrir la boca. Vibraban y vibrabas con los nuevos proyectos. Cada vez que te contaba una idea nueva para la parroquia , la recibías con gran alegría, y corrigiéndome en lo que era necesario, me animabas a seguir adelante a pesar de las dificultades y me apoyabas para saltar los obstáculos que los enemigos querían poner .

Gracias Encarna por la lección que nos has dado en cuanto a lo que significa la familia, porque has querido a los tuyos a rabiar, y te has sentido orgullosa de tus hijos y nietos. Creo que tenías razón. En estos últimos días los he podido conocer mejor y creo que lo has hecho muy bien, y que la mejor herencia que les has podido dejar, es precisamente tu vida. Parece que te estoy viendo con el móvil en la mano diciendo: “Cuche usté, Don José, que soy bisa. Miré Balta qué  boniquismo está”… 

Llega el momento ahora de separarnos y nos duele. Nos duele porque te queremos y porque te necesitamos todavía. A mí me haces falta aún,  y si a mí me haces falta, no quiero imaginar lo que sentirán los tuyos.

Pero por otra parte tenemos la alegría de lo que creemos, y lo que creemos es que vives. “El que cree en mí, aunque muera, vivirá para siempre” . Eso nos dice Jesús, y eso tú lo creías a pies juntillas. Nos vamos a encontrar de nuevo, y esa vez será para siempre. Podremos adorar juntos al Señor de nuevo, como lo hacíamos aquí, en la capilla. Pero el Señor ya no estará en una custodia. Lo veremos tal cuál es.

 Te has marchado en un día muy importante. Pentecostés. El día de la liberación del Espíritu Santo, el día del nacimiento de la Iglesia que brota del Corazón de Jesús. No es una casualidad. Nada es casualidad en las cosas de Dios. Veintidós días esperando … ¿para qué?.  Algún día lo sabremos. 

Esta misma Iglesia, abarrotada de gente en esta mañana, lo estará también esta noche. Nos llega hoy el Santo Cristo. No estarás tú para recibirlo, no te veremos en la vitrina vendiendo recuerdos, ni  pasando la cesta de la colecta… pero puedo asegurarte que en cada corazón de los que te conocimos permanecerás viva , en  el recuerdo imborrable de tu vida.

Descansa en Paz querida Encarna, anda ahora hacía Dios, abraza a tu marido, y a tantas personas que te adelantaron en el camino. Vive la alegría del cielo. La tienes merecida.