13 de mayo de 2014
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¿Puede el sacrificio de alguien tener un efecto de salvación y curación sobre otros, sin haber una relación directa, pero sí de un modo milagroso?
Los cristianos sabemos que sí: en la muerte redentora de Jesús tenemos la más alta prueba y ejemplo, y en el cine tenemos tres películas que también responden de manera positiva y magistralmente a esa pregunta: Rompiendo las Olas (1996); Sacrificio (1986), y El Festín de Babette (1987).
Estas películas fueron destacadas ayer por Antonio Carrascosa Mendieta, sacerdote, licenciado en Teología Pastoral, profesor del Instituto Teológico Diocesano de Albacete y experto en filmografía, en su conferencia sobre “La entrega sacrificial en el cine. Algunos ejemplos”, que pronunció en el marco del II Ciclo Fe en el Cine, de la Diócesis de Albacete.
Antonio Carrascosa se refirió en su conferencia “a un cine que a veces responde en sus contenidos a experiencias que van más allá de lo religioso y de lo cual lo religioso participa, lo cual favorece el diálogo fe-cultura, a la vez que nos puede ayudar a entender nuestro propio relato cristiano o la expresión que nosotros tenemos al hablar de la muerte salvadora de Jesús”.
“El cine ha tratado alguna vez el tema del sacrificio -añadió-, y de manera magistral y muy clara en estas tres películas, que podemos calificar de obras maestras de sus propios directores, que han recibido influencias de ese cine espiritual que no es explícitamente religioso, pero sí que da lugar a una reflexión espiritual”.
Antonio Carrascosa abordó estas tres películas, que no muestran un sacrificio de acción directa, del tipo que podemos ver, por ejemplo, en la película Armageddon –muero yo para que vosotros no muráis-, sino que es un sacrificio de algo que en principio no resulta evidente, es más, es irracional, pareciendo una locura y hasta escandaloso, como lo fue la muerte de Jesús.
Concretamente, en estas tres películas en las que sí podemos apreciar una atmósfera religiosa, tenemos tres tipos de sacrificios como ofrenda de amor: el de la vida misma (Rompiendo las olas); de renuncia a los bienes materiales (Sacrificio), y el del desprendimiento de sí mismo dando lo mejor de lo que uno es capaz, en un exceso de generosidad o derroche de gracia (El Festín de Babette).
Rompiendo las olas (1996). Dinamarca. Director Lars von Trier, que obtuvo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes en ese año. Sinópsis: A principios de los años 70, Bess, una ingenua joven de un pueblo costero de Escocia, se enamora de Jan, que trabaja en una plataforma petrolífera. A pesar de la oposición de la rígida comunidad puritana a la que pertenece, Bess y Jan se casan. Tras la boda, él vuelve a su trabajo y ella cuenta los días esperando su vuelta. Bess, una creyente devota, cree que su amor está bendecido por el cielo; pero un día sucede un terrible accidente.
Explicó Antonio Carrascosa que “el sacrificio que lleva a cabo Best por amor a Jan es muy llamativo, porque en el fondo es un relato de amor que le va contando a él: nosotros no tenemos la muerte de Cristo en nuestra puerta, tenemos un relato que es apasionado, no como el que puede contarse en una crónica o una noticia. Es decir, un relato que transmite un amor contado, pero que es igual de escandaloso que el de esta película: una persona que muriendo como un ladrón, golpeada, insultada, su sacrificio tiene unos efectos salvíficos, de curación, hacia su amado”.
También en esta película se plantea la fe como salvación y como curación: “Yo creo que esto va a dar la curación a mi marido”, y esa fe es salvadora.
Sacrificio (1986). Suecia. Director: Andrei Tarkovsky. Gran Premio del Jurado y Premio del Jurado del Festival de Cannes. Sinopsis: Mientras su familia se reúne para celebrar su cumpleaños, el periodista Alexander se siente angustiado por la desoladora falta de espiritualidad que caracteriza al mundo contemporáneo. Sus peores temores se confirman cuando, durante la fiesta, llega la noticia de un inminente conflicto nuclear: la Tercera Guerra Mundial. El final, definitivo e irreversible, está cerca. En este momento están con él su angustiada esposa, sus dos hijos, un amigo médico y un peculiar cartero, que lo convence de que una de sus criadas es una bruja que tiene el poder de salvar al mundo mediante un último sacrificio.
Encontramos en esta película la reflexión de que lo racional ha conducido al mundo al desastre nuclear, y a lo mejor tenemos que buscar algo irracional para evitar el desastre. El protagonista se lo pide a Dios y se compromete a renunciar a sus bienes materiales.
El Festín de Babette (1987). Dinamarca. Director: Gabriel Axel. Óscar a la mejor película extranjera. Sinopsis: Siglo XIX. En una remota aldea de Dinamarca, dominada por el puritanismo, dos ancianas hermanas que han permanecido solteras, recuerdan con nostalgia su lejana juventud y la rígida educación que les obligó a renunciar a la felicidad. La aparición de Babette, que llega desde París, huyendo del terror, cambiará sus vidas. La recién llegada tendrá pronto ocasión de corresponder a la bondad y al calor con que fue acogida. Un premio de lotería le permite organizar una opulenta cena con los mejores platos y vinos de la gastronomía francesa. Todos los vecinos aceptan la invitación, pero se ponen previamente de acuerdo para no dar muestras de una satisfacción que sería pecaminosa. Pero, poco a poco, en un ceremonial intenso y emotivo, van cediendo a los placeres de la cocina francesa.
“Es una cena en la que hay doce comensales, y que obra milagros –apuntó Antonio Carrascosa-. Babette da pie al final a una reflexión muy interesante sobre el arte, que podemos vincular a lo religioso y al cine… pues ¿Qué es el arte sino un derroche? Todo arte es una manera de ir más allá de la mera funcionalidad. La parte de exceso bien entendido que tiene el arte también pude conducir hacia lo que es Dios”.