31 de mayo de 2011
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Francisco San José, -Paco San José, para todos los hermanos y amigos- es el párroco de Fátima y consiliario de la Frater (Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad), de nuestra Diócesis. También acompaña al capellán del Hospital Perpetuo Socorro, José Linares, y al grupo de pastoral de la salud de la Parroquia de Fátima. Rodeado de enfermos, de las personas que les ayudan, familiares, médicos… conoce la realidad del mundo de la enfermedad.
– Paco, ante un discapacitado, hay quien piensa que le ha venido una losa encima y que está eternamente triste.
– Pues qué va, es todo lo contrario. Desde mi experiencia en la Frater, veo que son personas que demuestran mucha alegría y que Dios las habita. Me acuerdo de un caso de una persona que le decía a otra que está en silla de ruedas, que tú que no te puedes mover, me llama la atención que estés tan contenta, y ella respondió: porque la alegría no la tengo en las piernas. La forma de entender la vida de estas personas es que siempre sus capacidades son mayores que sus limitaciones. En vez de amargarse, se alegran con las posibilidades que tienen. Son personas como las demás, totalmente valiosas en la vida, pero eso sí, les cuesta poner más esfuerzo en su vida diaria.
– Por eso valoras un montón ver lo que pasa en la Frater, lo que les cuesta ir a las reuniones, y quieren ir todos y si no hay un voluntario que les lleve, pues esa persona se queda sin ir.
– Sí, los voluntarios (los fraternos sanos), hacen una labor buenísima y muy interesante con los que tienen limitaciones y necesitan ayuda. Se dedican a ellos en cuerpo y alma. Hay una reunión general de la Frater en la Parroquia de Fátima, el último sábado de cada mes, que vienen de unas y de otras parroquias, y es para todo el que quiera ir. Yo estoy a su servicio. Y al mismo tiempo, hay grupos de formación que cada quince días se reúne, porque es necesaria la formación hoy, para todo.
– Paco, tu contacto con la enfermedad, ¿En qué te ha enriquecido?
– Me ha enriquecido mucho, porque cada día tocas las vida, no vives en el aire, no vives aislado. Cada día que vas hay que pasar por las habitaciones y te encuentras situaciones muy diversas. Aprendes de los médicos, de los familiares, de los enfermos… de todos, porque la gente sencilla es maravillosa siempre. Ves también casos muy delicados, donde necesita más ayuda el familiar que el mismo enfermo, porque a veces hay familias que se organizan y se distribuyen el tiempo para estar unos y otros, pero hay otras que no, y entonces, un día y otro día, y a lo mejor, una semana y un mes… esa persona que es el cuidador necesita también unos cuidados. Son experiencias que te calan.
– Con los enfermos y los familiares, ¿Cuál es tu experiencia?
– Hay enfermos de todas las clases. Hay que ir con mucho respeto, esto es fundamental, porque cada persona tiene su recorrido en la vida, su historia, y nada violento es bueno. Muchas veces saludas: tienen ganas de hablar, pues hablas; otras, prefieren el silencio, pues guardas silencio y dices: hasta mañana, que mejore, que pase un buen día, y así. Hay familiares que te hacen consultas, sobre todo porque dura mucho la enfermedad, porque su padre que está enfermo a lo mejor no ha sido muy practicante, y entonces te muestran un interés por él, y eso es de agradecer. Otros, en cambio, te hacen una especie de conspiración del silencio, les imponen a los propios familiares lo que ellos piensan y no respetan lo que los familiares son. Luego lo lamentan: el enfermo es el rey del hospital lo que él quiere, lo que él desea hay que facilitárselo, y en este sentido hay familiares que lo hacen admirablemente y otros que no lo hacen tanto.
– ¡Qué hermosa labor la del cura acompañando en los momentos de dolor…!
– Sí, pero no sólo es tarea del sacerdote; es una labor de equipo: un capellán no puede estar aislado en el Hospital. Tengo la suerte de que soy como uno más en el equipo de paliativos. Ellos hacen visitas domiciliarias también y se encuentran situaciones de todo tipo, de falta de educación, de familiares atentos… de todo, y aprendes cómo abordan cada caso, qué buenos profesionales son y qué bien lo hacen. O sea, que es una labor de equipo. Es bueno trabajar con los médicos, y también con los familiares, porque son la mediación hacia el enfermo, y luego, con los enfermos, saberlos ver. También un poco de observación, es otra experiencia: cómo es un enfermo ya lo ves desde lo que tiene en la mesilla: si tiene una imagen del Cristo, una imagen de la Virgen, no hay que hablar ni preguntar mucho, al observar ya te das cuenta. Y dirigirte a ellos por su nombre, eso es importante. Previamente, conozco el nombre del enfermo encamado en cada sitio, porque me he ido al panel de nombres.
– Dinos dos o tres frases, como máximas, que nos puedan servir a los agentes de pastoral de la salud.
-El amor es contagioso, si tú amas a la gente, vas a la gente. Esa es una frase. Otra: el sufrimiento no pide sermones, sino respeto. Luego, pasar por las habitaciones, que es una forma de vivir el misterio pascual, si te quedas en tu cuarto la gente no te busca; pasando, descubres. Y a la gente que no está en el hospital pero tiene enfermos que ver, pasar por los domicilios de los enfermos. Y que tengan claro que es una labor de equipo y que cuentan mucho los familiares.