5 de agosto de 2008
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Te moldearé», le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados. Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que, después de un rato, aquella herramienta no pudo más: había quedado completamente obtusa.
«Déjenmelo a mí», repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno a uno.
«Yo me encargaré de modelarlo», profirió con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.
«¿Me permiten probar?», inquirió humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería. Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar…
Así es el amor. Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del encono, y los golpes de orgullo y del rechazo, pero, por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir los embates del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo.
Vivir… sin Amor…
La inteligencia sin amor… te hace perverso.
La justicia sin amor… te hace implacable.
La diplomacia sin amor… te hace hipócrita.
El éxito sin amor… te hace arrogante.
La riqueza sin amor… te hace avaro.
La docilidad sin amor… te hace servil.
La pobreza sin amor… te hace miserable.
La belleza sin amor… te hace ridículo.
La autoridad sin amor… te hace tirano.
El trabajo sin amor… te hace esclavo.
La sencillez sin amor… te hace simple.
La política sin amor… te hace calculador.
La fe sin amor… te vuelve fanático.
La cruz sin amor… se convierte en tortura.