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30 de diciembre de 2008

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Navidad, una fiesta para recordar y celebrar. Nuestro Padre Dios nos mandó a su Hijo con un mensaje y un programa: El Evangelio. El mensaje del Amor, que nos amáramos los unos a los otros. El programa del Evangelio y la Justicia para que seamos cada vez más perfectos y más justos.

El Evangelio de Lucas capítulo 2, versículos 6-7 dice que «estando allí (Belén) se cumplieron los días de su parto y dio a luz a su Hijo primogénito y le envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre por no haber sitio para ellos en el mesón». En el versículo 8 dice que «había en la región unos pastores que dormían al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño». En Navidad las noches son más largas y más frías para los pobres y los esclavos. El mensaje de Jesús para ellos, era la Buena Noticia. Para los poderosos y los gobernantes no fue buena noticia, para los poderosos y gobernantes de ahora tampoco es buena noticia.

Uno se hace esta pregunta ¿los pobres nacen pobres, o se hacen?

La existencia de empobrecidos es un atentado contra la naturaleza humana, es una radical injusticia, que se asienta y se reproduce a través de los comportamientos personales y los estilos de vida que se asumen como «normales» y se construyen desde la indiferencia, hacia la situación de los empobrecidos.

Pero también sobre todo se asienta en estructuras sociales que generan desigualdad y refuerzan los comportamientos personales y los estilos de vida insolidarios con los empobrecidos.

Avivar permanentemente la conciencia del empobrecimiento como la injusticia, es hoy tarea fundamental, porque en nuestra sociedad se tiende a «ocultar» el empobrecimiento y a culpabilizar y responsabilizar a los empobrecidos de su situación. Hoy es muy importante denunciar las causas y raíces sociales del empobrecimiento, desenmascarar las estructuras que lo provocan, porque en la realidad del mundo obrero se tiende a ignorar la relación que existe entre mercado laboral, y relaciones laborales y empobrecimiento.

La Justicia es el punto de encuentro entre el Evangelio y la política. El amor al dinero es la causa de todo mal, y sobre todo, es la causa del mal del hombre. La causa de su pobreza, exclusión y desdicha, cuando la Iglesia trabaja por la Justicia y los creyentes participamos en política no podemos dejar de enfrentamos con el mal que el amor al dinero causa al hombre.

Siendo el trabajo humano la fuente principal de la creación de riqueza es también la matriz que genera la mayor injusticia. Por ello, la Iglesia no deja de recordamos que: «Los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo. No pueden ser ni siquiera poseídos para poseer. Su posesión se vuelve ilegítima cuando o sirven para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social. Sino más bien de su limitación, de la explotación ilícita de la especulación en el mundo laboral».