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28 de julio de 2016

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De vez en cuando unas horas de lluvia refrescante en medio del calor húmedo de Cracowia. Pero permanentemente sumergidos en un baño -éste más refrescante aún- de juventud, de alegría y de fe.  Estoy constatando que los jóvenes, a pesar de las caminatas, del calor, del poco dormir…, derrochan generosidad y alegría. He visto que en las JMJ los jóvenes sacan lo mejor de sí mismos.

Cuando se participa en una JMJ hasta los más escépticos empiezan a creer en los jóvenes y en que éstos pueden cambiar el mundo. Basta escapar unos días de las comodidades de nuestra sociedad consumista, colocar a las personas en otro contexto para ver el milagro. He dicho muchas veces que los jóvenes, cuando se les pide poco o se les acostumbra a vivir según los parámetros de nuestras sociedades materialistas, no dan nada. Cuando se les exige mucho, como en la JMJ, lo dan todo. Dan, como decía antes, lo mejor de sí mismos, que lo tienen, y en proporciones ingentes.

¿Qué cómo está Cracowia? Inundada de jóvenes de todos los países y lenguas; no se puede dar un paso. Pero, a pesar de las diferencias de lenguas y culturas, todos se entienden y se sienten hermanos… Como en Pentecostés, que los que eran de distintas nacionalidades, como entonces se decía, hablaban el lenguaje universal del amor, y por eso se entendían. En un mundo convulso- guerras, refugiados de la violencia y del hambre- ¿puedo soñar la JMJ como profecía de un mundo nuevo?  Pues eso es. Y si no lo creen, vengan y comprueben.