12 de julio de 2006

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Palabras de aliento, exhortación a la comunión fraterna y al testimonio y petición de oración: es el contenido de la carta que entregó Benedicto XVI en mano, pasado el mediodía del sábado, a los obispos de España. Fue en su visita a la catedral, donde primero acudió a la Capilla del Santísimo, cuando se encaminó a la capilla del Santo Cáliz: allí tuvo su encuentro con el episcopado.

Ante todo en la misiva le muestra su aprecio y agradecimiento por el «gran trabajo» para la preparación y celebración del V Encuentro Mundial de las Familias, «para que este acontecimiento tan significativo para toda la Iglesia obtenga los frutos deseados, contribuyendo a dar un nuevo impulso a la familia como santuario del amor, de la vida y de la fe».

«Sabéis que sigo de cerca y con mucho interés los acontecimientos de la Iglesia en vuestro país –dice a los obispos de España–, de profunda raigambre cristiana y que tanto ha aportado y está llamada a aportar al testimonio de la fe y a su difusión en otras muchas partes del mundo».

«Mantened vivo y vigoroso este espíritu, que ha acompañado la vida de los españoles en su historia, para que siga nutriendo y dando vitalidad al alma de vuestro pueblo», invita a los prelados. En un tiempo de «rápida secularización», el obispo de Roma anima a sus hermanos en el episcopado a seguir proclamando que actuar como si Dios no existiera o relegar la fe a la esfera privada «socava la verdad del hombre e hipoteca el futuro de la cultura y de la sociedad».

«Por el contrario, subraya, dirigir la mirada al Dios vivo, garante de nuestra libertad y de la verdad, es una premisa para llegar a una humanidad nueva». Y hoy, «de modo particular», el mundo necesita «que se anuncie y se dé testimonio de Dios que es amor», constata. Apoyándose en un texto de Hebreos, Benedicto XVI aconseja a los obispos de España que, «en situaciones difíciles», mantengan los ojos fijos en Jesús, sin temer ni desfallecer, y sin dejar de proclamar incansablemente que Él «tiene palabras de vida eterna».

«Os exhorto encarecidamente a mantener y acrecentar vuestra comunión fraterna, testimonio y ejemplo de la comunión eclesial que ha de reinar en todo el pueblo fiel que se os ha confiado», añade.

Y les asegura: «ruego por vosotros, ruego por España». «Os pido que oréis por mí y por toda la Iglesia», concluye, para invocar finalmente el amparo de la Virgen para el ministerio de los prelados e impartirles su Bendición Apostólica.