19 de abril de 2009
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]n la ciudad de Alcaraz se encuentran las Franciscanas de la T.O.R. de Penitencia. El convento se llama Santa María Magdalena, y están en este pueblo desde el año 1950. Estas religiosas son seguidoras de San Francisco, y se llaman tercera orden en contraposición a los Hermanos menores y a las Religiosas clarisas. Tienen a S. Francisco como fundador y a Santa Isabel de Hungría y a S. Luís de Francia como patronos, es decir como modelos y protectores.
– En el locutorio me encuentro con la priora, madre Pilar Calabria Coral, natural de Villahermosa (Ciudad Real). Pilar, ¿cómo llegó hasta aquí? ¿Cómo surgió su vocación?
– Vengo de familia cristiana. En mi casa se rezaba cada día el rosario, bendecíamos la mesa, e íbamos toda la familia los domingos a misa. Pero a los quince años, me vino la edad tonta y me dio por dejar todo lo religioso, por supuesto también la eucaristía. Estuve unos años totalmente apartada de la Iglesia.
Unos años después de mi ´huida´, en el pueblo hubo unos ejercicios espirituales para jóvenes. A mí ni se me pasaba por la imaginación ir a semejante cosa. Pero una tía mía que sentía mi alejamiento de Dios, movilizó a mis amigas y, entre unas y otras, acabé sentada en un banco de la Iglesia; eso sí yo decía que iba por curiosidad.
El Señor se valió de aquel sacerdote para hacerme ver que si seguía así, mi vida no tendría nunca sentido, pues la verdad es que no me encontraba contenta viviendo de espaldas a mí misma, a todo lo que siempre me había llenado, de espaldas a Dios. Volví a las manos de Dios, aunque Él nunca me había dejado.
– ¿Qué hiciste con esta experiencia tan fuerte?
– Mi vida cambió. Yo empecé a asistir a todas las cosas de la parroquia, celebraciones, fui catequista y tenía contacto con unas religiosas que estaban en mi pueblo, las damas apostólicas. Cuando me proponían ser religiosa, yo decía, sí, quiero ser religiosa, pero de las “encerradas”.
– Y el llegar a Alcaraz, ¿cómo fue?
– Al decir que yo quería ser religiosa, pero de clausura, un sacerdote que trabajaba muy bien con los jóvenes, me puso un plan de vida, un horario, unas lecturas, así leí la vida de Santa Teresita. En aquel momento pasaron por el pueblo unas religiosas de la T.O.R pidiendo ayudas para reconstruir el convento que había quedado malparado de la guerra. El Sacerdote me presentó a las religiosas y aquí estoy.
– ¿Cuántos años hace que está aquí?
– Llevo ya cuarenta y siete años muy feliz y contenta; sigo con la misma ilusión que el primer día. No pido más que llegar a la meta que un día me propuse, la de ser enteramente para el Señor.
– ¿Cuántas hermanas están aquí? ¿Cómo pasan el día?
– Somos quince hermanas. Nuestra vida transcurre en la oración, el trabajo y la convivencia fraterna. Nos levantamos a las 6,30. Recitamos el Oficio Divino, tenemos nuestra meditación, la Lectio Divina; tiempo de trabajo manual, recreación y convivencia fraterna. Y en el centro de nuestra jornada, lo más importante, la celebración de la eucaristía. Vivimos cada día en el mayor recogimiento y silencio posibles.
– ¿Tienen alguna actividad hacia fuera?
– Somos de clausura, por tanto no tenemos tareas fuera de casa. Pero hay horas de locutorio en que la gente viene a vernos y hablar de sus problemas. Rezamos mucho por todos aquellos que nos piden oraciones, y cada día lo hacemos por las intenciones del Papa, de nuestro obispo, de los sacerdotes…
La gente del pueblo viene también a las celebraciones de nuestras eucaristías que la intentamos solemnizar lo mejor posible y así se enriquecen de ellas. También estamos atentos a todas las necesidades materiales que las gentes puedan tener e intentamos ayudarles con nuestros pobres recursos. Así seguimos el ejemplo de nuestra patrona Santa Isabel de Hungría, que se desvivía por los pobres y enfermos.
– Esta vida de “encerradas” ¿puede tener mucho gancho para atraer a la gente joven? ¿Quiere decirme una palabra para ellos?
– Yo les diría que hagan silencio en su corazón para poder escuchar lo que el Señor quiere de ellas. Sin duda Él sigue llamando, Él quiere llenar de felicidad nuestras vidas. La vida religiosa, una vida en pobreza y fraternidad es sin duda una fuente de gran alegría.
Dicen que San Francisco fue el hombre más feliz de la tierra. Nosotras aquí, desde las entrevistas que tenemos con la gente, nos damos cuenta de cuánta infelicidad nos rodea, cuánto dolor hay detrás de estas rejas. Si llegamos a comprender dónde se encuentra la verdadera felicidad, sepamos después actuar en consecuencia.
– Si una chica quisiera hacer una experiencia, la de pasar unos días en el convento, para saber un poco en qué consiste una vida de clausura ¿qué tendría que hacer?
– Pues es muy fácil, ponerse en contacto con nosotras, sabe donde nos encontramos, aquí en Alcaraz, C/ las Monjas, 5. El teléfono de contacto es el 967 380031
Muchas gracias, madre Pilar por habernos concedido este ratito de charla. Es bueno que nuestros diocesanos conozcan la riqueza espiritual que hay entre nosotros.