23 de septiembre de 2018
|
132
Visitas: 132
[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]A[/fusion_dropcap]ntonio Alcaraz Pastor, tiene 63 años. Jubilado y padre de tres hijos y abuelo de tres nietas. Ha trabajado desde los catorce años hasta su jubilación en diferentes empresas como administrativo, contable y jefe de administración. Lleva unos treinta y cinco años al servicio de la parroquia de San Pablo, y actualmente se encuentra en diversos grupos de esta parroquia siendo acompañante de padres de la catequesis familiar como preparación de primera comunión, liturgia, Cáritas, grupo de fe y en el consejo económico y pastoral. Es voluntario desde hace cinco años en Cáritas Diocesana de Albacete en el grupo de acogida.
¿Qué es un diacono permanente?
Ser diácono no es un honor, ni un privilegio, ni un premio, ni un prestigio. Ser diácono es ser llamado a vivir, de una manera profunda, la llamada que todos hemos recibido en nuestro bautismo: ser incorporados en Cristo, profeta, sacerdote y rey-servidor. El diaconado es uno de los tres grados del Sacramento del Orden: diaconado (diáconos), presbiterado (sacerdotes), episcopado (obispos). Podríamos decir que es el primer grado del Orden, el grado inferior del sacramento del Orden. El diaconado permanente tiene la característica “especial” de no considerarse un paso previo al sacerdocio, sino que es un grado “permanente”, “definitivo” del Orden.
Un diácono puede bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, celebrar la liturgia de la Palabra, predicar, evangelizar y catequizar. No puede, a diferencia del sacerdote, celebrar el sacramento de la Eucaristía (misa), confesar o administrar el sacramento de la unción de los enfermos.
¿Cómo nace tu vocación?
Siempre me he sentido atraído por la vida sacerdotal y religiosa pues ardía en deseos de conocer mejor a Jesús. Este conocerlo más es el que me ha hecho dar este paso al diaconado. Toda vocación cristiana debe ser madurada y reflexionada. No es algo que yo deseo sino es más bien una respuesta a una llamada.
La vida me ha hecho posponer esta respuesta por diversas circunstancias. Es ahora cuando creo que Dios me ha dado la oportunidad de poder responder.
Siempre me he sentido llamado por el Señor, y con el fin de mejor conocerlo y servir a los que me rodean, en especial a los miembros de mi comunidad, actualmente estoy estudiando Ciencias Religiosas en el Instituto Teológico Diocesano de Albacete, habiendo terminado su tercer curso. Dentro de este camino de fe y respuesta a la llamada también he recibido los ministerios de acólito y lector el día veintinueve de junio de este año en la parroquia de San Pablo de Albacete.
¿Qué tareas harás a partir de la ordenación?
En todas las que me mande la Iglesia, especialmente las tareas que me encomiende nuestro Obispo y los presbíteros, tales como: administrar el sacramento del Bautismo, realizar la celebración de la Palabra, distribuir la Eucaristía, presidir el rito de los funerales, asistir y bendecir el sacramento del Matrimonio,… y también en los menesteres propios de servicio a mi Parroquia. Desde hoy estaré a disposición de nuestro Obispo, a ello me comprometo con alegría.
¿Qué piensa tu familia?
Todos ellos se sienten muy felices, apoyándome en todo, pues me ven lo ilusionado y feliz que me siento en esta nueva forma de vivir la vida. Mi madre tiene más de noventa años y está viviendo todo con mucha ilusión. Como toda madre dice que si esto me hace feliz adelante. Mis hermanos me están apoyando bastante, aunque viven fuera de Albacete. También tengo el apoyo de mis hijos,… Mis nietas son aún pequeñas.
Hoy, a las 18 horas, en la parroquia San Pablo
Esta tarde es la ordenación de diácono permanente de manos de nuestro Obispo D. Ciriaco Benavente Mateos. A partir de ese momento comienza una nueva etapa preciosa en mi vida y espero compartir y entregarla a toda la comunidad diocesana y parroquial. Invito a todos a que me acompañéis con vuestra oración.
¿Qué sentimientos tienes?
Primero un sentimiento de gratitud, de alegría inmensa. Al mismo tiempo de preocupación por la gran responsabilidad, de estar a la altura de la confianza depositada en mí. Es en estos momentos cuando pienso en las palabras que se dicen en la ordenación… “Dios que comenzó en mí esta obra buena Él mismo la lleve a término”. Sé que tengo que aprender mucho y tengo muchas ganas de hacerlo poco a poco.