3 de diciembre de 2006

|

33

Visitas: 33

El arciprestazgo nº 2 de la ciudad que comprende las parroquias de El Buen Pastor, San Vicente, Las Angustias, Santo Domingo, La Estrella, La Purísima y San José, organizó la sesión de Formación. El acto estaba abierto a todas las personas que quisieron participar. Se celebró en la parroquia de San José el jueves, día 30. Comenzó con un momento de oración. El núcleo principal de formación fue el estudio del Evangelio de S. Lucas, puesto que es el evangelio del ciclo C del tiempo litúrgico, el cual leeremos durante los domingos de este año. José María Melero fue el ponente. Después se presentaron distintos materiales para mejorar nuestra vivencia y preparación de la Eucaristía.

Aquella noche ya había encontrado la excusa perfecta; la manera de no sentirme culpable al día siguiente. Con unas cuantas copas de más, me encontraba de fiesta con unos amigos en una localidad que no era la mía, de vacaciones. Gracias a que el alcohol todo lo excusa, pensé que sin duda esa era mi oportunidad para actuar por fin como un ser libre, sin tener que darle explicaciones a mi chica y poder estar con otra. Después de casi seis años con la misma pareja, comenzaban a explotar las ideas que mis compañeros me metían en la cabeza cual minas definitivas, intentando convencerme de que puesto que sólo se vive una vez no se puede estar atado a una misma persona tanto tiempo. Así que allí estaba, con mi cabeza zumbando y una chica mona que no sabía que yo tenía novia (lo mismo le daba igual) y bebiendo de mi mismo cubata dándome a entender que si quería podía pasar un rato ameno. La verdad es que yo no tenía ninguna duda, quería besarla y sabía que el alcohol y la idea de sólo se vive una vez serían suficientes para calmar cualquier reproche posterior por parte de mi conciencia. Todo ello decidido, cerré los ojos y me dejé llevar.

A los días siguientes, el viaje ya había acabado, no había música alta, el alcohol había abandonado mi sangre y las ideas de carpe diem ya no me consumían por dentro. Todo ello llevó al consiguiente sentimiento de culpabilidad. El consejo más ampliamente recibido fue uno con el que yo estaba de acuerdo, se trataba de que si yo quería seguir con mi chica no debía contarle nada. Pero aunque esa fuera mi intención, mi conciencia habló y habló hasta que mi chica ya no era mi chica y se iba del parque con un gran disgusto.

A partir de esta historia, con el tiempo podría haber llegado a la conclusión de que lo mejor sería no contar este tipo de fallos. Pero mi conciencia ha vuelto a hablar, y me dice que a lo largo de mi vida siempre me encontraré con destellos que aun pareciendo luz, no lo son. Mi conciencia, a la que tanto le gusta hablar, dice que hay muchos tipos de luz pero sólo una verdadera. Y que, aquella noche, olvidé cuál era.