19 de octubre de 2014
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]elebramos el DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones, día en el que toda la Iglesia reza y colabora económicamente en favor de la actividad evangelizadora de los misioneros y misioneras, este año con el lema “Renace la Alegría” #Yo soy Domund. Enrique Sáez Palazón, uno de los misioneros de la Diócesis de Albacete que está en Petén, Guatemala, nos habla de la misión -que es anunciar a Jesucristo: el amor de Dios con nosotros y la vida nueva que Él nos da-, como un encuentro entre personas y entre culturas enormemente enriquecedor para ambas partes, del que renace la alegría, la promoción y el desarrollo.
Enrique, ¿Cómo definirías quién es un misionero?
Un misionero, primero, es alguien que se ha sentido llamado por Dios para desempeñar las tareas pastorales. Ese elemento vocacional es importante. Es una persona que está dispuesta a salir, a reformular. Es cambiar de cultura, de país, y es también cambiar muchos clichés de nuestra manera de entender las cosas en el primer mundo. Y estos cambios normalmente son para mejor, nos aportan mucho. También, un misionero es un acompañante y una persona dispuesta a escuchar y a aprender de los demás.
¿Qué tienen allí en Guatemala que puede que nosotros no tengamos ni valoremos aquí?
Es un país que ha sufrido mucho. Uf, treinta y seis años de conflicto armado…, pero aun así impresiona que gente que ha sufrido tanto en un ambiente con tanta opresión, tanta extorsión, tanta violencia, sea capaz de vivir también con despreocupación, con confianza en la providencia y con capacidad para sonreír y con mucho humor. Yo creo que el Papa Francisco, con la Evangelii Gaudium, está intentando contagiar a la Iglesia Universal este modelo que está allá. Un modelo que se basa en un espíritu de la gente que, con muchas menos cosas, a veces tienen otras que nosotros aquí no tenemos y que les hacen felices.
¿Por ejemplo?
De entrada tienen tiempo. Aquí de eso vamos a la carrera… nos cuesta. También valoran lo espiritual, es decir, tú vas a ver a un enfermo o para cualquier cosa, tienes que hacer una oración y no una oración de cinco minutos de acá, sino una oración larga y de veras. También valoran lo auténtico, lo que se hace de verdad, y comparten lo poco que tienen, porque llegas a las aldeas y te dan lo mejor, y no tienen mucho. Que de todas esas circunstancias y elementos que he comentado, nazca una alegría por vivir, por luchar, por seguir hacia adelante, yo creo que es algo que para ninguno de nosotros puede pasar desapercibido.
Cuando vuelves aquí, para ver a la familia, a los amigos, ¿Cómo ves la Iglesia de España?
Primero, uno siente la alegría del reencuentro, porque aquí están las raíces y aquí comenzó todo, y, en particular, por el reencuentro con la Diócesis de Albacete, a la que me siento muy ligado, aunque esté lejos. De hecho, estando allá miro la Hoja Dominical muchas veces por Internet, lo que dice el Obispo y las cosas que lleváis un poco entre manos. Eso me ayuda; el reencuentro me produce alegría. En otras cosas, siento que hay que tomar en serio este tiempo de reformas en el que nos está poniendo el Papa Francisco, es decir, no podemos esperar resultados distintos haciendo las mismas cosas, y este cambiar las cosas y el modo en que las hacemos, nos cuesta bastante. Muchas veces, todo comienza por cambiar el chip, por mirar las cosas de otra manera y por pensarlas de otra forma.
¿Cómo ayudar a Guatemala? ¿Qué necesitáis de nosotros allí?
Lo primero que quiero decir, es la importancia de la oración. En nuestra cultura materialista esto nos cuesta, tenemos dificultades para abrirnos de verdad a lo espiritual, y orar es una manera de estar presentes: la oración recorta distancias y, en el sentido más evangélico, mueve montañas, nos educa, nos cura y nos sana en muchas dimensiones vitales de las que a veces no somos conscientes. Y por supuesto, la colaboración económica, que nos es muy necesaria para el ritmo pastoral que llevamos allá. Quiero resaltar la gran aportación que está haciendo la Iglesia española al Fondo de Nueva Evangelización de la Conferencia Episcopal Española, que está haciendo un gran bien. La Diócesis de Albacete también es muy solidaria: El Obispado, las parroquias… su aportación económica es muy importante y se canaliza en proyectos.
Necesitáis también más hombres y mujeres que se hagan misioneros, sean sacerdotes o laicos.
Así es, porque el trabajo de campo es insustituible. Estos países, para que cambien no solamente necesitan más recursos, sino también un acompañamiento para que ellos mismos puedan hacer las cosas de una forma más eficiente. Estos lugares de Centroamérica que están entre el ciento veinte y ciento treinta y algo en el Informe para el Desarrollo, podrían estar mucho mejor no solamente porque les llegue más dinero, sino porque ciertas cosas en educación o en sanidad, por ejemplo, se hagan también de otra manera. Ese aporte humano que es la misión pura y dura, a los niveles que sea, sea sacerdotal o sea laical, también es muy importante: necesitamos vocaciones misioneras, que han ido descendiendo un poquito en los últimos años. Creo que es la mayor colaboración que pueden hacer las iglesias: dar misioneros a tiempo completo.