19 de abril de 2015
|
170
Visitas: 170
La XXV Semana de la Familia, organizada por el Secretariado Diocesano de Pastoral Familiar y Coordinadora de Asociaciones de Padres y Madres de los colegios religiosos de Albacete, se ha celebrado durante los días 23, 25 y 26 de marzo, en el contexto de una etapa apasionante que estamos viviendo en la Iglesia, marcada por el Sínodo de la Familia, que nos está empujando a hacer una mirada completa hacia la realidad, en estado de nueva evangelización, para encontrar soluciones a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar.
Estos son algunos de los temas más importantes que se abordaron:
Cristo, en el centro de la vida de las familias: La XXV Semana de la Familia se ha celebrado con el lema “La Familia y Uno más”, para significar la Buena Noticia de que no estamos solos: Dios mismo: Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación, es Alguien que ha venido y vuelve una y otra vez en su infinita misericordia, para quedarse con cada uno y en la vida cotidiana de las familias: para que hablemos y tratemos con él en sincera amistad y diálogo, las cosas que nos pasan: las que nos gustan y sobre todo, las que nos disgustan y nos preocupan, y en este trato con él nos abramos con confianza a la vida de fe y a la vida de su Iglesia, que es garantía de seguridad y felicidad verdadera.
En la vida de familia y en la vida de Iglesia, -familia de familias-, con aciertos y errores nos ayudamos unos a otros y tratamos de ser mejores, frente a lo que está ocurriendo en esta sociedad donde el materialismo y la ausencia de verdades objetivas, está dejando a las personas y a las generaciones futuras cada vez más aisladas y vulnerables, sin referencias seguras y estables, a merced del consumismo.
Responsabilidad y protagonismo de las familias por una sociedad mejor: Los dos ponentes de la Semana de la Familia: Julián Ros Córcoles, sacerdote y vicario judicial de la Diócesis de Albacete, y Benigno Blanco Rodríguez, presidente del Foro Español de la Familia, destacaron el papel protagonista de las familias cristianas por una sociedad mejor:
“Si todos los que amamos la vida y la familia nos pusiésemos a ser agentes activos, le dábamos la vuelta a la sociedad española, porque somos muchos, pero muchas veces callamos, somos perezosos, cobardones, nos parece que no merece la pena hacer esfuerzos porque no sirven para nada y así, vamos ayudando a que todo esté peor. Merece la pena ponerse a trabajar hoy, cada uno en su ámbito, para construir una sociedad más amable con la familia y la vida, y esto sin desesperar nunca, porque ninguno de nosotros somos responsables del bien universal, pero sí que somos responsables de hacer lo que está en nuestras manos: lo que podemos hacer, tenemos que hacerlo y yo les animo a ello”, afirmó Benigno Blanco.
Y esto, empezando por las personas que queremos y tenemos a nuestro alrededor: “Todos podemos dar ejemplo y hablar bien de las cosas buenas, de la sexualidad, de la vida, de la maternidad de la familia, todos podemos mirar a la cara a los que nos rodean y hablar de estos temas, y preocuparnos en formarnos, mediante la escucha y la lectura, para hacerlo mejor”.
También nos exhortó Julián Ros a la lucha por la Civilización del Amor, de la que hablaba Juan Pablo II, y donde las familias son protagonistas esenciales: Una civilización no se hace sin una lucha y esa es una tarea cultural de los cristianos en todos los ámbitos: laboral, legislativo, cultural… cada uno tiene que ver cuál es su ámbito en el que actuar, pero, ciertamente, una civilización no se improvisa y supone personas en todos los sitios que colaboren y luchen por ella”.
La familia, célula fundamental de educación y de cultura, fundamentalmente en educación afectivo-sexual: Destacó Julián Ros, “la necesidad de recuperar la familia como sujeto creyente, -también en la pastoral familiar en las parroquias-, donde se aprende a rezar y se comparte la fe; donde se viven los acontecimientos, los gozosos y los tristes, desde la fe, y donde se educa también. La familia es célula fundamental de educación y de cultura, y es urgente que sea así”.
Por su parte, Benigno Blanco, remarcó la gran fuerza educadora de la familia: No hay que tener miedo a educar ni a dar criterios a los hijos, porque en la familia se educa con la naturalidad del amor: El niño aprende a amar y a ser amado. “Si los niños tienen la suerte de ver en papá y en mamá referencias seguras y buenas, y si según van creciendo se ratifican en esto que ya han visto, en ellos arraigará con inmensa fuerza la verdad sobre lo humano, también en materia sexual. Hay que decirles la verdad sobre las cosas y que el cuerpo es una cosa muy valiosa, y hacerles apreciar desde muy pequeños su masculinidad y feminidad para que estén bien blindados frente a las dudas que difunde la ideología de género”.