21 de diciembre de 2009
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CON JAVIER LÓPEZ, CAPELLÁN DE «LA TORRECICA»
– ¿Cómo se celebra la Navidad en la Prisión?
– Te recuerdo que la prisión es un reflejo real de la sociedad en la que vivimos, que es plural, multicultural, donde conviven diferentes etnias y religiones, distintas maneras de ver la realidad; la única diferencia es que fuera hay libertad y dentro hay barrotes.
En el ambiente dentro de la prisión se nota que “pasa algo”… no son días como los otros… los 6 módulos (de preventivos, de primer y segundo grado), que son como pequeñas aldeas donde conviven entre 20 ó 40 internos, dependiendo del espacio, donde están las celdas, el comedor, una sala recreativa o de manualidades y un patio, son decorados por los mismos internos con motivos navideños y no suele faltar en ningún módulo el belén y el arbolito… En los días señalados de la Navidad se sirve una comida un poco más especial que los otros días. Se nota ambiente de fiesta… pero también se percibe, cuando escuchas personalmente a alguno, la tristeza de estar lejos de su familia (los que la tienen) y no celebrar con ellos estos días de fiesta familiar.
A nivel religioso se da la oportunidad de participar en la misa de Navidad, la víspera, el 24 por la tarde. Durante el Adviento, en las celebraciones religiosas semanales, nos vamos preparando para celebrar este día. Unos días antes ensayamos los villancicos de la “misa del gallo”. Algunas Voluntarias de Pastoral Penitencial preparan el lugar de la celebración… Todo listo para el gran acontecimiento del gran día: celebrar el nacimiento de Jesús, el Hijo, el Dios. Ese día preside la celebración nuestro pastor, el Obispo don Ciriaco.
Es una celebración festiva, participativa y emotiva. La mayoría son católicos, pero también suelen acudir varios evangélicos, ortodoxos y hasta algún musulmán. El ambiente suele ser de celebración alegre y de mucho respeto por parte de todos. Al final de la celebración, al acabar la adoración del Niño, se suele repartir algo dulce para compensar, siquiera un poco, la amargura de estar lejos de los suyos.
Otro momento, que ya es costumbre y que conocen los que llevan más tiempo allí, es el día de Reyes. Ese día en torno a las 10 de la mañana, Sor Mª Josefa y un grupo de Voluntarias van de módulo en módulo, pandereta en mano y paquetes de regalos, repartiendo uno por uno a cada recluso, envuelto en papel de regalo, un detalle que les alegre el día: un año calcetines, otro unos guantes, otro una bufanda… siempre con algunas golosinas y calendarios… nadie queda sin nada… hay un detalle para todos.
– Cuándo se dice Pastoral penitenciaria, atención religiosa… ¿Qué abarca esta palabra?
– Ufff… abarca todo, porque la pastoral abarca a la persona íntegra. Pero bueno, referida a lo penitenciaria, abarca a la persona reclusa, privada de libertad. Es verdad que la pastoral penitenciaria intenta hacer presente el evangelio en la cárcel y lo intenta hacer través de tres áreas: jurídica, social y religiosa. El área religiosa es la labor más específica del capellán de prisiones, aunque no exclusiva de él. A través de los sacramentos y sacramentales se intenta ofrecer la luz del evangelio: esperanza, consuelo, escucha, perdón, motivación al arrepentimiento y cambio de vida; posibilidad de una nueva vida vivida desde el amor, cercanía… a Jesucristo en definitiva a toda persona privada de libertad que quiera aceptarlo como Buena Noticia para su vida.
– En el Concierto Solidario que organizó la parroquia de San José, un preso habló de su experiencia profunda de dolor, de una experiencia también de fe, pero sobre todo de una experiencia de cercanía y confianza en ti… Te ponía a la altura de un buen padre. ¿Es difícil acceder a lo profundo del verdadero hombre bueno que habita en el corazón de todo hombre como imagen de Dios?
– Casi todos los viernes en la celebración religiosa que tengo con los internos de La Torrecica les insisto siempre en que somos creaturas de Dios, hechos a su imagen y semejanza, y que Jesús nos reveló el rostro de Dios como Padre, como Amor, y que por tanto nosotros podemos y debemos amar y mirar a los otros con los ojos de la fe para descubrir en ellos la huella, la presencia de Dios. San Vicente de Paúl decía a sus misioneros y a las Hijas de la Caridad que cuando fuéramos a servir a los pobres intentemos siempre “dar la vuelta a la medalla”, es decir, descubrir en ellos la presencia de Cristo. No es fácil hacerlo, nunca lo es, pero se puede; sólo hay que creer en las palabras de Nuestro Señor “…estuve en la cárcel y vinisteis a verme”
– ¿Cuál ha sido tu experiencia más gratificante en este acompañamiento?
– Muchas. Pero por compartir algunas brevemente te diré la de uno (ateo, asesino, extranjero y demente), que cuando le comenté que una persona, a través de mí, le había mandado unos regalitos, me dijo ¿”es que hay alguien que no me odia en Albacete?”. Le contesté que había personas, entre ellas yo y esa mujer que le mandaba esos presentes, que reprobaban el motivo por el que estaba allí, que no estuvo bien y que va en contra del deseo de Dios, pero que a él como persona e hijo de Dios se le quería, como a todos los demás y no les podíamos odiar… en sus ojos vi un brillo y una luz que todavía recuerdo en mi mente como expresión de que alguien se sintió amado y perdonado por primera vez. Otra fue la decisión de dos de hacerse cristianos; llevaban ya casi un año pidiéndomelo y jamás faltaban a las celebraciones y a los diálogos personales y en grupo. Vi en ellos sinceridad y decisión por seguir a Cristo y en Pascua recibieron el bautismo.
– Desde el conocimiento de la realidad del interno en la prisión qué súplica harías a la sociedad.
– Que aprendamos a perdonar. Sé que en muchos casos reparar el daño que alguien ha producido a otros es muy difícil o imposible. Sólo el perdón puede curar heridas. Me encantaría poder buscar otras penas alternativas a la prisión… pasos se están dando.