20 de marzo de 2016
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Albacete e Irak están hoy más unidas que nunca. La fe en Cristo ha traído a tierras manchegas a Naeem Shoshandi, sacerdote iraquí que se ha visto forzado a abandonar su hogar ante el avance del odio y la violencia del autodenominado Estado Islámico. Seguir a Cristo implica siempre el valor de ir a contra corriente, pero Naeem no se ha dado por vencido y día a día hace frente al miedo, esparciendo las semillas del amor y la reconciliación allá por dónde va. Es posible mantener la fe en Dios pese a ver en poco tiempo, reducida a escombros toda una vida, y Naeem es testimonio vivo de la más absoluta fe en Dios, en los momentos más difíciles que el ser humano pueda contemplar.
¿Cómo nació tu vocación?
Mi familia ha tenido siempre un fuerte vínculo con la Iglesia, desde niño ayudaba a los sacerdotes de mi parroquia en las celebraciones, y en casa se respiraba el amor de Cristo. Quise ingresar desde muy joven en el seminario, pero una serie de circunstancias me llevaron a retrasar este momento.
Éramos cinco hermanos, dos chicos y tres chicas, pero la crueldad del ISIS se llevó por delante a mi único hermano varón, convirtiéndome en hijo único. La muerte de mi hermano supuso un duro golpe y se abrían ante mí nuevos caminos, además del sacerdocio.
Estas nuevas rutas de viaje supusieron en un principio un verdadero hándicap. En Irak está admitido por la Iglesia contraer matrimonio y posteriormente ordenarte sacerdote, pero no el proceso contrario. El obispo de mi ciudad fue quien me animó a finalizar mis estudios de sociología en la universidad antes de tomar un nuevo rumbo en mi vida.
Terminados los tres años de estudios universitarios tenía ante mí dos opciones: casarme, o ingresar en el seminario. Al poco tiempo de la pérdida de mi hermano a manos del ISIS, mi padre falleció víctima de un cáncer. Éstas fueron señales para continuar y perseverar en mi idea de ordenarme sacerdote.
Era una decisión complicada por lo que pedí a mis amigos y a los sacerdotes que conocía que rezasen por mí, para que Dios me orientase hacia uno u otro camino. Todos rezaron por mí, Dios me guio y soy afortunado por haber escogido el camino de Cristo.
¿Cómo viviste la entrada del ISIS en Karakos?
Son recuerdos muy difíciles, duros y dolorosos. Cada vez que vienen a mi mente estos recuerdos me producen una sensación de abatimiento. Fue horroroso contemplar el odio, la violencia y la sinrazón humana.
El ISIS tomó Mosul en junio de 2014, localidad situada a 30 km de Karakos, mi ciudad. El día 6 de agosto fue el día de la maldad y la crueldad, fue el día que el ejército del DAESH invadió mi ciudad. Las noticias que llegan a occidente contando los horrores, calamidades y barbaridades que estos individuos hacen, es la décima parte de lo que en realidad ocurre.
Los bombardeos eran constantes. Una de estas bombas cayó en la casa de mis vecinos y tuvimos que rescatar de entre los escombros los cuerpos sin vida de varias jóvenes y niños que había quedado sepultados por el odio del DAESH. Probablemente este sea el peor día de mi vida.
Celebramos misa como pudimos y finalmente nos vimos forzados a abandonar Karakos ante el avance de la violencia del DAESH. Antes de marcharnos intentamos evacuar a la gente que aún se resistía a abandonar sus hogares. Miles de personas salieron de casa con lo puesto. Dejamos todo atrás, toda una vida.
Nos refugiamos en Erbil que es la capital del Kurdistán Ira quí y sede del gobierno regional kurdo. Los primeros días dormimos en la calle, a la intemperie. Pedimos ayuda y no tardaron en llegar unas tiendas de campaña, que pronto convertimos en nuestro nuevo hogar.
Las noticias que llegaban de Karakos eran desoladoras. Se había convertido en una tierra completamente arrasada por el odio, de la que ya no quedaba nada, solo vestigios de lo que un día fue mi hogar.
¿Tienes miedo de volver a Irak?
No, no tengo miedo. De hecho no estoy aquí por temor, sino porque así me lo ha pedido mi obispo. Tenía que haber venido el año pasado pero el viaje se aplazó hasta este año, y aquí continúo con mis estudios y mi formación. Muchos de los cristianos que conocí en este campamento de Erbil lograron marchar a Alemania y a Francia. El obispo me animó muchísimo para iniciar este viaje. Me dijo que rezaría por mí para que el Señor me dé fuerza y continúe anunciando el mensaje de Cristo.
En Karakos vivían alrededor de 45.000 católicos. En esta ciudad iraquí se levantaba la que fue la iglesia más grande de todo oriente medio. Probablemente de esta iglesia no quede nada, probablemente el DAESH haya hecho desaparecer las nueve iglesias y los dos conventos que resistían fuertes el paso del tiempo en Karakos. Probablemente solo queden vestigios y escombros de la fe de aquellas personas que un 6 de agosto de 2014 tuvieron que huir despavoridas del horror.
Naeem se siente afortunado y agradece todo el cariño que se le está demostrando, y solo pide una cosa; que recemos, por él y por los miles de personas perseguidas. Pide que recemos hasta que Dios nos oiga y traiga la paz a Irak, a España y a todo el mundo.