19 de octubre de 2010
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Modesto Núñez Utiel, misionero sencillo y humilde que tiene allí su vida y su alegría, nos habla.
– Modesto, ¿cuántos años llevas de cura? ¿Qué te hizo pasar a las misiones?
– De los 67 años de edad que tengo, 44 los llevo de cura. El motivo de pasar a las misiones fue el llamamiento que el Papa Juan XXIII hizo a España, para que se ayudase a América Latina. Con mis 24 años recién estrenados, en el sacerdocio también, me pregunté que por qué no dar cinco años allí, en aquellos tiempos en que había abundancia de sacerdotes en España. Pues me fui para cinco años, y se han hecho 36. Me enamoré de las personas, de la vida de allá y es así mi vida, mi alegría.
– Estuviste de cura en Fuentealbilla, en Montealegre… y tienes predilección por un país, ¿verdad?
– Sí, realmente tengo predilección por Chile y concretamente por Santiago, donde estoy hace ya 30 años, de los 36 años que llevo en América, en el sector sur de la ciudad, de siete millones de habitantes, siempre con la gente más humilde.
– Este año, dentro de los proyectos misioneros, hemos apoyado uno del barrio marginal donde estás, que nos ha llamado la atención por la forma de ayudar a la gente más humilde, que consiste en darles microcréditos ¿Cómo funciona?
– Es algo que nos nació de pronto, a alguien se le ocurrió. Teníamos siempre un dinero de España, de mis amistades, también mío, personal, o de mi familia, y veíamos que si ayudábamos estaba muy bien, pero nos quedábamos de pronto sin plata, como dicen allá. Entonces, se nos ocurrió que podríamos hacer un fondo solidario de préstamos. Es un préstamo solidario, sin interés ninguno, repito, ninguno, con el que les damos a personas, familias, lo que necesitan para comprar la lavadora, medicamentos, arreglar su casita, su baño, su dentadura, su vista… que de otra manera no podrían hacer o comprar, porque no pueden ahorrar, y si pidieran lo que conocemos como un préstamo normal, les sacarían hasta la última gota de sangre…
– Y otra cosa más, les da la posibilidad de poner su pequeño negociete…
– Claro, como pequeños kioscos que tienen humildes, allá en el barrio donde estoy. El importe del préstamo está en torno a 250 euros, y las personas y familias que lo reciben lo devuelven en cómodas cuotas, sin ningún interés, repito mucho esto porque aunque quieran dar algo a cambio, no se les permite. Tenemos la dicha de que si hemos ayudado a más de 300 familias, solamente una familia ha quedado sin devolver ese dinero. Y este sistema lo llevan adelante unas doce personas, entre ellas, dos religiosas chilenas de la zona sur de Santiago; yo ahí no pinto prácticamente nada. Ellas mismas plantearon que al apoyar a una familia dándole un préstamo solidario, si finalmente no lo devolvía, que lo pagábamos nosotros, y esto lo dijeron además familias que también son humildes, para que el fondo nunca disminuya, sino que se mantenga, y siempre haya alguien que responda.
– Pues es una manera ideal de ayudar y la responsabilidad se fomenta. ¿Qué te dice el lema del Domund de este año, “Queremos ver a Jesús”?
– En Chile, es hacerles ver, comprender, y seguir a un Jesús que siempre tuvo una mirada especial hacia los pobres: Antes que mirar el pecado, miró el dolor de las personas, y que Jesús se hace presente a su sufrimiento con los milagros que podemos hacer a través de la ayuda que ustedes nos dan, que agradezco profundamente. Aquí, les diría que valoren lo que tienen; que aprendan a vivir con más sencillez, con más alegría, y con un poco de austeridad para poder compartir, y que tengan siempre una mirada cariñosa hacia quienes vienen de fuera, que nosotros también un día fuimos emigrantes.