9 de marzo de 2011
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El Papa Benedicto XVI afirma que este tiempo de purificación y conversión a través del ayuno, la limosna y la oración, debe renovar en todos los fieles la gracia recibida en el Bautismo. El Papa se refiere a la íntima relación entre este sacramento que borra el pecado original y abre las puertas a la vida eterna, y la Cuaresma. «El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas», indica. Este sacramento «no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo».
«Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva», prosigue e indica que «desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos». «Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia».
El Papa pasa revista luego a los Evangelios de los domingos de Cuaresma: la Tentación de Cristo en el desierto de la que sale victorioso, la Transfiguración del Señor que anuncia «la divinización del hombre», el encuentro con la samaritana que habla de la sed de vida eterna del ser humano, el encuentro con el ciego de nacimiento que descubre en Jesús la luz del mundo; hasta llegar a la resurrección de Lázaro. «La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía», dice el Papa.
«Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza», añade. Con el Santo Triduo Pascual, la Cuaresma encuentra su cumplimiento, «en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos ´del agua y del Espíritu Santo´, y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos».
«Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo«, afirma el Papa.
Con el ayuno, «aprendemos a apartar la mirada de nuestro ´yo´, para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo».
«En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, queinsidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir». «La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida», prosigue y cuestiona:. «¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro?». El Papa advierte luego que «la tentación es pensar, como el rico de la parábola: ´Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años… Pero Dios le dijo: ´¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma´.
La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia».
Sobre la oración, el Papa señala que «nos permite adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que ´sus palabras no pasarán´, para entrar en la íntima comunión con él que ´nadie podrá quitarnos´ y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna».
En síntesis, dice Benedicto XVI, «el período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo».
Finalmente el Santo Padre encomienda este tiempo de conversión a «la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna».