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26 de febrero de 2012

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“Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad  y las buenas obras”

Un año más el santo Padre nos regala un precioso mensaje para ayudarnos a vivir la Cuaresma. Como él mismo nos dice: “Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual”.

Toma como punto de partida el texto de la carta a los Hebreos, en el que el autor sagrado nos muestra que el acoger a Cristo nos hace crecer en las tres virtudes teologales: Nos acercamos “con corazón sincero y lleno de fe” para mantenernos firmes en la “esperanza que profesamos”, con una atención constante para realizar juntos con los hermanos “la caridad y las buenas obras”. También nos recuerda este texto bíblico que para mantener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos de oración en la comunidad, mirando a la meta escatológica, que es la plena comunión con Dios.

Hecha esta introducción, pasa el Papa a comentar el texto tomado de los Hebreos que en pocas palabras ofrece una enseñanza profunda y siempre actual sobre tres aspectos fundamentales de la vida cristiana: La atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal. Intentamos reflexionar sobre cada uno de estos puntos:

1.-“Fijémonos”, es decir, la responsabilidad para con los hermanos
El Papa reflexiona sobre el sentido del verbo “fijarse”, desde su raíz griega. Después de mostrarnos aquellos lugares evangélicos en los que Jesús emplea dicho verbo, nos hace ver cómo debemos mirar, cómo podemos estar atentos. En primer lugar nuestros ojos deben fijarse en Jesús, y, a la vez, estar atentos a los otros, a no sentirnos extraños o indiferentes ante la suerte de nuestros semejantes. En nuestro mundo parece que lo que prevalece es la actitud contraria. Lo que se da es la indiferencia, el desinterés, que nacen del egoísmo, a veces encubierto bajo la apariencia del respeto por la “esfera privada”.Si cultivamos este fijarse, esta mirada de fraternidad, entonces la misericordia y la compasión brotarán espontáneamente en nuestro corazón.

Nuestra cultura relativista parece que ha perdido toda referencia al bien y al mal. Es necesario afirmar que el bien existe y vence. El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. Tengamos cuidado de que nuestro corazón no quede endurecido. Recuerda el Papa la parábola del rico epulón y la del buen samaritano donde se dan casos de gente inconsciente ante el sufrimiento de los otros. “El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos” ( Pr.29,7). Por eso el Papa recuerda la bienaventuranza, “dichosos los que lloran”. El encuentro con el otro y el abrir el corazón a sus necesidades son ocasión de salvación y bienaventuranza.       

Pero nuestra preocupación, sigue diciendo el Papa, no debe cifrarse sólo en lo material. Este “fijarse” nos empuja a ver también las necesidades espirituales. El Santo Padre nos habla de algo un poco olvidado: “La corrección fraterna”. Nos dice que es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. ¡Qué triste la actitud de esos cristianos que por respeto humano, o por simple comodidad se adecuan a la mentalidad común, en vez de poner en guardia a sus hermanos, acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien!

2.- “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este cuidar los unos de los otros, no se debe reducir sólo a la dimensión terrena. Tenemos que preocuparnos de las exigencias espirituales y morales de la vida. Tenemos que trabajar por la edificación de nuestros hermanos para que llegue a conseguir la salvación eterna. Así pues esta corrección fraterna y exhortación mutua, con espíritu de humildad y caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

La Eucaristía debe recordarnos cada día esta comunión de que los unos somos para los otros. Al celebrar la Eucaristía nos damos cuenta de que nuestra existencia está relacionada con la de  os demás, para el bien o para el mal. Tanto el pecado como las obras de caridad tienen siempre una dimensión social 

3.- “Para estimulo de la caridad y las buenas obras” caminar juntos en la santidad.
La Carta a los Hebreos nos hace caer en la cuenta de esta llamada universal a la santidad. Unos y otros nos podemos ayudar a superar la tibieza. Tenemos obligación de poner en marcha las riquezas espirituales y corporales para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y de nuestra salvación personal. En la iglesia tenemos a los santos, los de ayer y los de hoy que son una llamada a conseguir una vida santa. Hagamos realidad esta llamada durante esta Cuaresma que El Papa pone en manos de la Virgen María a la vez que nos da su bendición.