24 de marzo de 2007
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El domingo día 25 de marzo, se celebró en la Iglesia el DÍA DE LA VIDA Con este motivo los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida han escrito un mensaje de reflexión animando a la celebración de esta jornada.
Ofrecemos el principio y el fin (números 1 y 6) de dicho mensaje pero animamos a todos los lectores a buscarlo en la página w de la Conferencia Episcopal para leerlo íntegramente www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/comisiones/ceas/familia/Vida2007.htm
1. Ante la situación actual de España
La última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española aprobó unas Orientaciones morales ante la situación actual de España, que querían ofrecer unos criterios para el discernimiento que hoy es necesario. En el terreno de la vida, nos encontramos en un momento preocupante de nuestra historia. Por un lado, los recientes cambios legislativos han llevado a que España tenga una de las legislaciones que menos protege la vida humana en el mundo entero. Por otro lado, desde las instituciones se promueve la promiscuidad sexual con la falsa esperanza de que el preservativo o el recurso a la “píldora del día después” permitirán una práctica “segura” del sexo. Pero al contrario de lo esperado, las enfermedades de transmisión sexual y los abortos siguen creciendo.
No menor preocupación suscitan algunos temas que aparecen recurrentemente en los medios de comunicación que pueden llegar a anestesiar las conciencias. En particular, diversos grupos de presión y muchos medios de comunicación promueven la regulación legal del aborto libre y de la eutanasia.
Por ello, como Pastores del “Pueblo de la Vida” (Evangelium vitae, n. 78), tenemos que denunciar la extensión en nuestra sociedad de una verdadera “cultura de la muerte”, una visión del hombre que deja sin fundamento sus derechos fundamentales y diluye en la conciencia social el valor de la vida y la dignidad de la persona.
Nos encontramos ante un verdadero “desafío cultural”, un cambio sin precedentes en el corazón y la conciencia de nuestras familias y de la sociedad. Este desafío requiere una respuesta a distintos niveles.
6. Una acción decidida a favor de la vida
Todos tenemos la responsabilidad de promover la vida, cada uno en la medida de sus posibilidades, para evitar la extensión en nuestra sociedad de la cultura de la muerte y de leyes antivida.
La verdad del evangelio exige la coherencia de los católicos en todas las dimensiones de la vida, y también en la vida pública. Es cierto que la primera y más directa responsabilidad respecto de las leyes es de los políticos que las promueven, pero los ciudadanos tenemos la responsabilidad de no respaldar a quienes promueven leyes que atentan, de un modo u otro, contra el valor sagrado de la vida. El bien de la sociedad requiere que cada uno asuma más seriamente su propia responsabilidad, también el conjunto de los cristianos como pueblo, en la construcción de un futuro más humano.
Terminamos recordando unas palabras de las Orientaciones morales aprobadas recientemente, para que nos iluminen en nuestra responsabilidad y en la promoción decidida de una cultura de la vida:
«En consecuencia, los católicos y los ciudadanos que quieran actuar responsablemente, antes de apoyar con su voto una u otra propuesta, han de valorar las distintas ofertas políticas, teniendo en cuenta el aprecio que cada partido, cada programa y cada dirigente otorga a la dimensión moral de la vida y a la justificación moral de sus propuestas y programas. La calidad y exigencia moral de los ciudadanos en el ejercicio de su voto es el mejor medio para mantener el vigor y la autenticidad de las instituciones democráticas. “Es preciso afrontar -señala el Papa- con determinación y claridad de propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social”»(Orientaciones morales ante la situación actual de España, n. 56). Dios quiera que este tiempo de cuaresma, tiempo de renovación y de conversión, nos ayude a renovar nuestro compromiso por la vida y a convertirnos a la vida. Que la Virgen María, que en el misterio de la Encarnación acogió en su seno al que es la Vida, Jesucristo, nos sostenga en este camino cuaresmal que conduce a la Pascua, fiesta de la Vida.