16 de octubre de 2011
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Francisco Javier López López es canario y sacerdote misionero paúl, que después de estar siete años en nuestra Diócesis tiene ahora otro destino, en su entrega a la misión principal de los paúles, que es la evangelización de los pobres, de las personas más necesitadas. En el Barrio de La Milagrosa, en el Arciprestazgo nº 2, en la Casa de los Paúles, especialmente con los internos de la prisión, nos ha aportado mucho.
– Javier, ¿Cuánto tiempo llevas en Albacete?
– En esta ciudad, en esta Diócesis encantadora, llevo siete años. Ahora me voy a una zona del Norte: todo el País Vasco, Cantabria, Burgos, Palencia, Valladolid… una región donde están las Hijas de la Caridad y ahí me envían los superiores, a atender y ejercer el ministerio.
– ¿Qué te llevas en tu corazón?
– Donde más tiempo he estado es con los presos. En los primeros años, en la Parroquia de la Estrella junto con el Barrio de la Milagrosa y en estos últimos años, en la Parroquia de San Vicente de Paúl. Me llevo un recuerdo maravilloso de aquí. Creo que es una Diócesis viva, en la que se intenta extender y hacer presente el Reino de Dios a través de obras, de acciones y proyectos. Estoy muy contento y me llevo en el corazón el cariño de tanta gente con la que me he cruzado, sobre todo, de manera especial en la prisión.
– Dentro de la prisión tienes un gran clima. Los voluntarios han aumentado y los funcionarios están también a una con todo lo que es tu trabajo allí.
– Con el capellán, algunos de mis compañeros y Juanjo, el diácono permanente, y sobre todo, con el voluntariado a través de unos programas que tenemos allí, la Iglesia se hace presente de una manera normal y cariñosa, también a través de Justicia y Paz, de Cáritas, Las Luisas… para llevar a los internos esperanza, futuro, y en este sentido, los funcionarios y el personal de allí, la dirección, han estado siempre muy abiertos a colaborar y a dejarnos hacer nuestra misión. Yo le doy las gracias desde aquí al centro, al personal y sobre todo, a los internos, porque han sabido estar en los momentos de oración, de reflexión, en los talleres.
– Javier, los internos te han escrito unas cartas que te han dado formando un librito.
– Todavía no me ha dado tiempo de leerlas todas, pero me he sorprendido gratamente de que mi presencia y mis palabras hayan podido hacer mella en algunos. Me llama la atención una de las internas, que dice que he sido como un padre para ella, el padre que nunca ha tenido, y otros, que han visto la presencia de Dios en su vida y que les ha ayudado a reflexionar y a cambiar y eso me impacta, el hecho de que Dios se sirva de un instrumento como soy yo, frágil y débil, para que Él vaya sembrando y haciendo crecer esperanza donde no la había.
– En la prisión todo el mundo te abraza, te quiere… ha habido un acercamiento muy grande.
– Yo siempre tengo presente el Misterio de la Encarnación, desde el que también nos habla Dios: Dios se hizo hombre, asumió nuestra naturaleza humana y creo que una manera de hacer presente ese gesto de la Encarnación es encarnarte tú en la realidad donde estés y dejarte interpelar por ella e intentar poner ese granito de arena, esos dones que Dios te da, al servicio de las personas con quienes estás, y mientras más pobres sean, mientras más necesitadas estén, creo que es donde más tenemos que volcarnos.
– Javier, que lo sigas haciendo tan bien como lo has hecho aquí.
– Muchas gracias. César, a ti, a todo tu equipo, a toda la Diócesis de Albacete que me ha acogido durante siete años, y, sobre todo, a la gente de Albacete, que me la llevo en el corazón. También quiero agradecer al Obispo su acogida, su apoyo, y sus buenos consejos de ánimo. Gracias.